Capítulo 41. El villano con experiencia está condenado a bien estar

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―Y tened cuidado con los guantes ―dijo Ancor con las manos temblorosas―. Son nuevos.

Eleena sonrió.

―Volverán inmaculados.

―En realidad, me da igual ―se corrigió él―. Que sea lo que tenga que ser.

Eleena le acompañó hasta el banquito junto a la entrada de la cabaña, donde Ancor se dejó caer. Comenzaba a levantarse el fresco nocturno, así que también le trajo un abrigo más grueso.

El vestido que ella llevaba, amarillo con volantes oscuros, y los guantes negros, ondeaba con el viento. Yo llevaba un diseño similar, pero utilizando pantalones sueltos y con el rojo de color principal. Ambas nos habíamos recogido el pelo con algunas flores que escondían filos. Por mantener las vibras. Tan solo nos teníamos que preocupar de no perforarnos el cráneo por accidente.

Con un abanico que ella le tendió, Ancor sacó a relucir su nerviosismo abanicándose con fuerza.

―Todo irá bien ―dijo ella―. Tú espera aquí.

―Volveremos pronto ―añadí.

Ancor me tomó la mano y la besó.

―Estáis las dos preciosas.

―¿A mí no me das un beso?

No pude evitar esbozar una sonrisa. Él miró a Eleena.

―Trae a Airam y te besaré los pies.

―Iugh.

Nos marchamos a lomos de nuestro amigo corcel, que dejamos atado en la entrada del bosque, y fuimos a pie al palacio. Llevábamos las entradas que Airam nos había dado, aunque me dio la impresión de que le desilusionaría ver que Ancor no vendría con nosotras. Todavía tenía problemas para controlar la maldición por sí solo, así que era mejor que se mantuviera a salvo (y al resto de personas) en la cabaña.

Al ser un evento de tal magnitud, algunas personas podían entrar sin haber sido invitadas expresamente. Los civiles capaces de demostrar que tenían más dinero que la media debían dirigirse por otra puerta tras una inspección. No sería la primera vez que alguien entraba con armas o algún tipo de veneno para "disfrutar mejor de la fiesta". El año pasado hubo un evento de fin de año que acabó con los médicos hasta arriba de pacientes vomitando y la piel enrojecida.

Mientras caminábamos, miré a Eleena y me pregunté si ella había estado involucrada en algún nivel. Luego negué con la cabeza. Nadie había muerto aquella noche.

Con nuestras entradas, no nos realizarían ningún tipo de registro en la puerta principal. Por ahí entraban solo los nobles, personas que el emperador había invitado personalmente. Bueno, en teoría, muy en teoría, nos había invitado el futuro emperador cara a cara.

Me tensé un poco al pasar junto a mis antiguos compañeros de trabajo. Ellos no parecieron interesados en mirar hacia cualquier punto en el que yo estuviera. Cuando entregué mi entrada, los movimientos del guardia eran torpes y confusos, como si actuara sin entender muy bien cómo y por qué. No hizo más que mover un poco el papel, asentir y devolvérmelo.

En aquella ocasión, había sido un truco mío, no de ella. Eleena tan solo me había dado un anillo que servía de recipiente, porque nos había sobrado bastante de los polvos que habíamos robado, y me había dado algunas lecciones sencillas en caso de que ella no pudiera estar cerca todo el tiempo. Porque no podría.

Eleena y yo entramos por separado, con algunos minutos de diferencia, y nos reunimos en el pasillo detrás de una columna.

―No he visto a Airam ―dijo Eleena, que había entrado primero.

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