Capítulo 13. Sufro, luego existo

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―Esta noche voy contigo.

Shadow había vuelto por la tarde con una cesta llena de comida. Mientras colocábamos todo en la alacena, hice la propuesta. Me miró alzando una ceja, como si intentara analizar mis intenciones, pero a mí me daba igual qué respondiera. Estaba dispuesta a seguirla a todos lados.

―¿Vale? Si te apetece morir.

―No me asustas.

―Oh, no. No te asustes.

Después propuso cocinar juntas. Acepté y la acompañé a la cocina para asegurarme de que no hacía nada raro con la comida. En cierto modo era estúpido, porque ahora que había recuperado su colgante no tenía motivos para temerme, e intentar envenenarme le traería cero beneficios.

De hecho, si le molestara mi presencia, podría haberme atado a una cama y yo no podría hacer nada para evitarlo. Y no lo había hecho. Así que le daría igual.

De todas formas, más valía prevenir que curar.

―¿Qué vamos a hacer? ―pregunté.

―¿Qué te apetece?

―Lo de siempre.

―Eh. Oki.

Pensó que me refería a la comida, hasta que captó el mensaje. Así que cocinamos cherne al horno con salsa y una ensalada. Tomó más tiempo del esperado, así que fue Ancor quien se ofreció a terminar mientras nosotras nos preparábamos para la noche.

Shadow salió de la cocina, yo iba detrás de ella en todo momento. Noté cómo tornaba la mirada ligeramente hacia mí para ver si seguía detrás. Yo le seguía el ritmo.

Acabamos en el porche donde me senté con Ancor la otra vez. El sol se escondía por el horizonte, y había una brisa suave que nos revolvió el pelo.

―Pero ¿estás segura? ―preguntó.

―¿Asustada por lo que pueda ocurrir?

Ella frunció el ceño y volvió a entrar.

―Me asusta cogerle el gusto ―susurró.

―Oh. Créeme. Seré una buena compañera.

Al fin cayó la noche. Por un momento pensé que me echaría para atrás, o que ella se iría sin avisarme. Pero no fue así. De hecho, estuvo diez minutos metiéndome prisa para que me peinara rápido. Se aseguró de que saliéramos, según ella, con suficiente tiempo para ir y volver sin que apareciera ningún Nhodulk por el camino. Yo vacilé. Si estaba oscuro, la posibilidad ya aumentaba. Prometió que, si íbamos por su ruta, no nos encontraríamos con ninguno.

También se encargó de picarme todo el trayecto con que la última vez "tuvo que salvarme ella". Me daban ganas de...

―Ya estamos ―Interrumpió mis pensamientos y me liberó de su agarre. Por fin pude tocar el suelo. Tenía la manía de desplazarse con las sombras, fuera a donde fuera. En aquel momento era útil escondernos, aún quedaban algunas personas merodeando frente al peligro del anochecer. Se recogían en sus hogares tan pronto la luna ganaba terreno.

Miré hacia el gran ventanal frente a nosotras. Habíamos llegado a una de las torres del castillo Diákora, con sus paredes blancas y brillantes bajo la penumbra. Las baldosas del balcón reflejaban la luz de las lamparillas de cerca, pero las que había en aquella puerta aún estaban apagadas.

Un mosaico hecho a mano (de los pocos que existía en el país) decoraba el cristal de dos metros y pico. Vaya, pensé, sería más eficiente si no lo cubriera una cortina por dentro.

―Espera. Esta es la habitación de Airam.

Shadow sonrió dulcemente, pero no me transmitió ningún tipo de calma. Al contrario.

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