Capítulo 31. Su nombre

8 1 1
                                    

―¿Eleena?

Miré a Shadow con las cejas alzadas. Ella sonrió.

Ancor continuó hablando.

―Y así estamos ahora. El viejo debe sospechar algo si ha apresurado tanto la coronación.

Era cierto. Había un protocolo para cada coronación, daba igual en qué isla fuera. Suele haber un mes de preparaciones. En aquella ocasión, dadas las exigencias del emperador, apenas había una semana.

―El castillo será un caos ―murmuré. Imaginé a mis excompañeros con miles de tareas, yendo de un lugar a otro. Ray estaría eufórico por el color de las cortinas, a falta de una Alyssa que lo hiciera. Intenté imaginarme a mí misma si estuviera a su lado, pero no pude.

―Y creo que eso es todo ―dijo Ancor. Dejó escapar otro suspiro.

―¿Sí? ―dije, mirando a Shadow.

Ella se interesó por el patrón de la alfombra.

―Yo... Tengo hambre ―Se levantó con prisa y desapareció por el pasillo.

La seguí con la mirada hasta que se esfumó de mi vista. ¿Cuántos secretos tenía aquella mujer? ¿Cuántos pensaba ocultarnos?

Pensé en encararla más tarde al respecto, pero tampoco me pareció que eso fuera a mejorar nuestra confianza. Quería saber todo lo que ocultaba, sí, pero quería que fuera ella quien me lo dijera por voluntad propia. Diablos, como si no hubiera asuntos más importantes en juego... ¿Por qué pensaba con el corazón?

Ancor dejó escapar otro suspiro y recogió las cartas. Se le veía agotado, y no era de extrañar.

—¿Y si traemos a los dos? ―dijo.

—Lo intentaremos —respondí—. Pero depende de que quieran irse o no.

—No puedo imaginar a Airam queriendo quedarse ahí —Negó con la cabeza—. Pero sí lo imagino quedándose.

Intenté enumerar en mi mente los motivos por los que Airam tomaría esa decisión, a pesar de que significaría una ejecución clara. El primero fue que la vida de Asteria pudiera correr peligro si se marchaba. El segundo era que, quizás, lo que retenía a Airam iba más allá de nuestras fronteras. Ahora que conocía el secreto del emperador, me preguntaba ¿cuántas personas más habían muerto en sus manos? ¿Podía estar implicada la madre de Airam, y por eso él buscaba alguna respuesta?

Es cierto que yo fui de las pocas personas en el castillo que se habían molestado en intentar comprender a Airam. Y también es cierto que él había puesto una barrera ante el mundo, y poco había podido sacar yo de ahí. Tan solo me quedaba preguntarle directamente. Yo sola, por lo visto, no podía leer mentes.

La única idea que podía poner en práctica era levantarme a coger aire fresco. Le pregunté a Ancor si quería unirse, pero rechazó la oferta y fue a su cuarto.

Salí a la terraza y ahí estaba Shadow, sentada observando la luna mientras balanceaba las piernas con suavidad. Me senté a su lado.

―¿Debería llamarte Eleena a partir de ahora?

―Cualquier cosa está bien ―Me echó un vistazo de reojo―. Aunque Eleena suena más personal, ¿no?

Asentí y observé el cielo, espolvoreado de estrellas que en aquel momento parecían emanar de la luna sonriente.

―¿Y si hubiera otro heredero óptimo? ―preguntó de repente.

―Los hay. Cualquier otro de sus hermanos mataría por esa corona.

―Debe haber una tensión inmensa en esa familia ―susurró. Yo me encogí de hombros―. El viejo debe amar el drama.

―No entiendo cómo puede hacerle eso a su propio hijo. La familia es lo primero.

―Si tú lo dices...

A decir verdad, Eleena jamás me había contado nada sobre su familia. Tema sobre el que yo tampoco había preguntado. De repente me invadió una gran curiosidad.

―¿Tienes contacto con la tuya?

Ella sonrió.

―Menos que tú.

Asentí, preguntándome si era un insulto o una forma de evadir los detalles. No sabía si continuar le incomodaría, así que decidí quedarme callada.

―Pero no importa ―continuó―. Yo diría que la familia también se puede elegir.

Mientras disfrutamos de unos minutos en silencio, me pregunté a qué se refería. Entonces, se incorporó con una sonrisa.

―¿Damos un paseíto por el castillo? He pensado algo.

―Vaya, ¿un plan de los tuyos, Eleena? No puedo esperar.

GRETA OTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora