Prologo | El pacto de los elementos

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En los albores del tiempo, cuando las estrellas aún tejían sus destinos en el vasto lienzo del cosmos, existió un Dios primordial

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En los albores del tiempo, cuando las estrellas aún tejían sus destinos en el vasto lienzo del cosmos, existió un Dios primordial. Su nombre resonaba en los vientos y sus ojos contemplaban la creación con una mezcla de amor y tristeza.

Este Dios, conocido como Onyx, forjó a sus seis hijos a partir de los elementos primigenios. Cada uno de ellos llevaba consigo la esencia de un mundo en su corazón:
Pyranth, el primogénito, nacido del fuego ardiente. Sus ojos brillaban como brasas y su piel era un crisol de llamas danzantes.
Zephyra, la hija del aire, cuyos cabellos flotaban como nubes y cuyos suspiros eran vientos huracanados.
Gaia, la hija de la tierra, robusta y paciente. Su piel era de roca y sus venas corrían con la savia de los bosques.
Ferrum, el señor de los metales, cuyas manos moldeaban el hierro y el oro. Su risa resonaba como el choque de espadas en la fragua.
 Aquaria, la doncella del agua, con ojos límpidos como lagos y cabellos que fluían como ríos. Su risueño canto calmaba las tempestades.
Bóreas, el último nacido, hijo del hielo eterno. Su piel era pálida como la nieve y su aliento congelaba todo lo que tocaba.
Durante eones, los seis hermanos vivieron en armonía, gobernando sus dominios con sabiduría y poder. Pero la semilla de la discordia germinó en sus corazones. La arrogancia y el orgullo los consumieron, y sus reinos se sumieron en una guerra sin fin.
Onyx, afligido por la lucha de sus hijos, decidió intervenir. Convocó a los seis en su cámara celestial y les habló con voz tronante:
"Escuchad, hijos míos. Os he dado la vida y el poder, pero vuestra guerra amenaza con desgarrar el tejido mismo de la creación. Por ello, os otorgo una última oportunidad. Cada uno de vosotros recibirá una tierra, un reino donde gobernaréis sin interferencias. Pero recordad esto: nunca, bajo pena de mi ira, permitiréis que las razas de gran poder se mezclen."
Los hermanos asintieron solemnemente y partieron hacia sus dominios. Durante siglos, cumplieron el pacto. Los dragones de Pyranth no se cruzaron con los grifos de Zephyra, ni los enanos de Gaia con los elfos de Aquaria.
Pero un día, en los confines de los reinos, un amor prohibido floreció. Un príncipe de Ferrum y una princesa de Bóreas se encontraron en un bosque de niebla. Sus corazones se entrelazaron, y su unión dio origen a una nueva raza: los astramantes, seres capaces de controlar dos elementos a la vez.
El pacto se resquebrajó, y Onyx observó desde su trono estelar. ¿Qué destino aguardaba a los Astramantes? ¿Se alzarían como salvadores o desencadenarían la destrucción?
Así comenzó la leyenda de los Seis Elementos, y su historia se tejió en los hilos del tiempo, entre guerras y amores prohibidos. El mundo temblaba, y el Dios primordial, así que decidió intervenir, con su último aliento engendró al último de sus hijos a quien le dio todo su poder, esperando que algún día esté crucé entre razas terminara, sostuvo su aliento, esperando el desenlace de su creación.
¿Qué secretos y desafíos aguardan a los hijos de los elementos? Solo el tiempo lo revelará...

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