Capítulo 8 - Aura

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No puedo más.

Con esto que late en mi pecho.

No puedo más.

Necesito gritar.

Todo lo que siento.

Todo lo que quiero.

Y que ya no volverá.

El golpe ronco de las llantas del avión al tocar la pista de aterrizaje me despierta.

Quiero unos segundos de desconcierto que no llegan. Sé que al girarme encontraré el asiento vacío, que Eric no está conmigo, sino que continúa en Estados Unidos en una clínica de rehabilitación.

La voz de Eric continúa en mis audífonos y me hace sonreír; era casi un niño cuando grabaron esa canción. No sé cómo llegó a mi lista de reproducción, a él no le gustan mucho esas canciones y evito escucharlas para no incomodarlo.

Reviso el celular. La canción está ahí y en «repeat», probablemente me moví durmiendo y toqué la pantalla, no sé. No importa, nada de eso cambia el hecho de que extraño a Eric como si fuera una extremidad de mi cuerpo.

Y tengo un mensaje de Eric que no escuché. Sólo me avisa que aterrizó y ya va en el taxi camino a la clínica de rehabilitación, luego todo es silencio.

Esperaba un mensaje un poco más... elocuente, pero igual entiendo que debe sentirse mal. Sin embargo, no puedo parar de preguntarme si lograremos superar esto.

La aeromoza se acerca hacia mí cuando casi todos los pasajeros han descendido y me ayuda a levantarme del asiento.

Es ridículo, pero en estos últimos dos días me siento tan embarazada como si fuera a parir la próxima semana.

La mujer me acompaña hasta la salida del avión, agradezco y termino de andar sola.

Y me siento tan agotada, como si el cansancio de toda mi vida se hubiera recargado en mis hombros y quisiera derribarme.

Tengo un nudo en la garganta, hasta creo que tengo fiebre.

Esto no es lo que imaginé.

Eric y yo deberíamos estar felices, tal vez no juntos por la gira y mi trabajo, pero celebrando este momento y llenándonos de amor en mensajes y llamadas. Ahora ni sé si podré hablar con él todos los días.

Milo no pudo viajar conmigo porque no conseguimos otro boleto, él llegará por la tarde, no le dijimos eso a Eric porque queríamos que se fuera tranquilo. Pero resulta que la intranquila soy yo porque su mensaje fue tan simple que pareciera que lo envió Mike, no mi Eric.

Aguardo frente a la zona de equipaje a que asomen mis maletas. Mi corazón sufre una dolorosa punzada al divisar esa maletita que contiene la mejor noticia del mundo. Eric sólo se ha llevado fotografías nuestras y la imagen del ultrasonido, pero consideramos que el peluche lo haría sentir mal. Bueno, yo lo consideré. Él sí quería.

Así que los dos peluchitos regresan conmigo y pensar en eso es suficiente para hacerme romper en llanto.

Debo ser la imagen más patética del aeropuerto. Una chica que apenas pasa el metro y medio, con un pantalón de mezclilla ancho y una camiseta de Metallica que parece vestido. Tengo el cabello recogido en una coleta y ni una sola gota de maquillaje. No es de extrañar que recibo varias miradas curiosas.

Tomo mis maletas cuando pasan frente a mí, aseguro la pequeña arriba de la más grande y me encamino hacia la salida donde de inmediato reconozco el rostro feliz de Nidia que no para de agitar las manos con entusiasmo. Su alegría no merma ni cuando me descubre llorando y me envuelve en un abrazo tierno.

La melodía de Auric - Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora