Capítulo 3 - Eric

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Capítulo dedicado a Ángeles R.

Te queremos mucho, Angie. ❤️

Es la primera vez que no me gusta ser el centro de atención.

Aura sujeta con fuerza mi mano y mantiene la barbilla en alto, como si desafiara a todos alrededor de la larga mesa de juntas.

Ella sabe que lo correcto era dejarme o al menos lo más sencillo, pero no lo hizo; está decidida a acompañarme en esto.

Es cuando vuelvo a preguntarme, «¿qué hice para merecerla?».

La luz blanca mantiene mi jaqueca. Me he puesto los lentes de sol para intentar apaciguarla; es por eso que los malditos adictos como yo las usan en lugares cerrados, no para esconder sus ojos rojizos. Ya todos tienen los ojos así porque pasan más de quince horas diarias en los jodidos celulares.

—¿Quieren? —pregunta Berenice al pasarnos la bandeja de galletas que estaba en el medio, era para todos, pero obviamente ella las adoptó y nos recordó en el último momento.

—Sí, gracias —responde Aura y toma dos de chocolate. Me entrega una—: Come.

—No tengo hambre.

—No pregunté, Eric.

Suspiró hondo y acepto la galleta. Ni siento el sabor.

Tengo nauseas y sé que no es por compartir síntomas con Aura, es porque me convertí en algo despreciable.

Mike es el último en entrar en la sala de juntas del hotel. Cierra la puerta, coloca una carpeta sobre la mesa y luego las manos sobre la cintura. Parece un profesor de universidad, uno furioso, y dice:

—Eric no puede cantar sin drogarse, así que tenemos un problema.

—¿Y si esperamos a después del concierto para que se rehabilite? —inquiere Nicolás.

—¿Es en serio, Nico? —espeta Aura—. Ahí estás lanzando indirectas ¿y luego sales con eso?

Nicolás mira a Aura, encoge los hombros y levanta las manos:

—Sólo era una sugerencia.

—Métete tu sugerencia por...

—Aura —interrumpe Mailén—. Es una opción que tenemos que considerar.

—No —insiste mi esposa.

Mailén está a la cabeza de la mesa y Mike a su lado.

No sé si puedo despedirlos yo solo, probablemente sí, es una tentación latente.

—Eric es bueno cuando está... —comenta Gigi—, pero eso sería cruel.

—Y una opción, así es esto, no será el primero ni el último que hace algo así... Se sorprenderían de la cantidad de músicos que pasan por lo mismo —asevera nuestra manager.

—Faltan días —señala Aura—. ¿Planean mantenerlo drogado hasta el concierto?

—Hay varias presentaciones antes del concierto —recuerda Mike—. No podemos cancelarlas.

Aura se queda boquiabierta. Sujeto su mano con más fuerza, pero ella me suelta y se incorpora.

Es una pequeña de metro y medio que está furiosa.

—No lo voy a permitir —decide.

—Eric tiene contratos firmados —dice Mike—. Es extremo, Aura, pero podríamos controlarlo entre todos y el sábado enviarlo a rehabilitación en California.

La melodía de Auric - Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora