—Tu música es rara —opina Cedric cuando nos dirigimos en mi auto a su jodido restaurante.
Pongo los ojo en blanco y subo el volumen. Cedric lo baja.
»Me da dolor de cabeza.
—Qué tragedia —ironizo.
Cedric suspira de forma ridícula, como si necesitara todo el autocontrol del mundo para ir al lado de mí.
—¿No puedes ir más rápido?
Enarco una ceja. Estamos yendo a 90 km/h y se supone que somos padres responsables que quieren llegar en una pieza a su destino, pero...
Pero...
¡Pero!
Él lo pidió, no yo.
Piso el acelerador y la aguja del velocímetro avanza rápidamente.
»¡Mierda, Eric!
Y ahí no paran sus insultos, no, me manda a saludar a mis madres, a las dos —biológica y adoptiva— mientras sus uñas se entierran en el asiento del auto. Ya no suelo conducir tan rápido, me preocupa llegar bien a casa con mi familia, pero siempre está esa pequeña excepción cuando alguien te jode y jode hasta que consigue lo que quiere: enojarte.
—¡No sé qué puta madre tienes conmigo! —exclamo sin apartar la mirada del camino. El tráfico es ligero, puedo meterme entre los autos, aunque cada vez que lo hago creo que Cedric pierde una vida como si fuera un gato—. ¡No te hice nada!
—¡Y dos meses en rehabilitación no te ayudaron en contra de la negación!
—¡¿Cuál negación, carajo?! ¡Si yo jamás te obligué a drogarte!
—¡No, pero tus pendejadas nos afectaron a todos!
—¡¿Afectarlos?! ¡Estaban demasiado eufóricos llenando estadios a costa de mi salud sólo porque era una puta sensación en el escenario!
Cedric se aferra su cinturón de seguridad cuando paso en medio de dos camiones de carga.
—¡¿Y qué querías que hiciéramos?! ¡No ibas a dejarlo sólo porque te lo pidiéramos!
—¡Pero tampoco lo intentaron!
—¡¿Ahora vas a decir que fue nuestra culpa?!
—¡Yo no dije eso!
—¡Poco te faltó! ¡Mierda, Eric! ¡Ese auto estaba muy cerca!
—No —musito y miro por el retrovisor, pero sí, sólo que no he perdido el toque para conducir—. ¿Y de qué te quejas? La gira continuó sin mí, estoy recibiendo mi castigo, ¿cuál es el punto?
—¿Es un castigo pasar el embarazo con Aura? —tergiversa.
—Sabes que no dije eso —amenazo y le dirijo una de mis miradas más letales, pero Cedric está tan acostumbrado que sólo pone los ojos en blanco—. Si todo hubiera sido diferente, habríamos suspendido la gira, lo sabes.
—Pero no fue diferente porque eres un puto drogadicto de mierda.
Me quedo sin palabras por unos minutos.
Podía esperarme un comentario así de cualquiera, pero... ¿Cedric? Si es el hombre maduro y pacifista de las bandas, el que nunca se mete en problemas. Jamás impone su opinión en algo, siempre va con la marea y busca evitarse broncas.
—Perdón, tengo algunos traumas por ahí, ya sabes. —Recobro el habla—. Disculpa por no poseer tu puta madurez.
—¿Mi puta madurez? —inquiere con una sonrisa irónica—. Mierda, Eric, no se trata sólo de madurez, sino de no ser un jodido egoísta.
ESTÁS LEYENDO
La melodía de Auric - Libro 2
RomanceAura ha descubierto las adicciones de Eric. Eric se ha enterado del embarazo de Aura. Su mayor sueño y el peor miedo colisionan. Eric deberá tomar una decisión que podría despertar sus más grandes temores, aquellos que nunca logró superar y, por fin...