Capítulo 1 - Aura

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—¡Aura! —grita Eric una y otra vez.

Cierro la puerta de la habitación de Cristal y coloco todos los pasadores.

Retrocedo hasta chocar con la cama, mis rodillas ceden al golpe y caigo arriba del colchón.

Tiemblo.

Las lágrimas no paran de caer mientras mi esposo me grita con desesperación. Cada vez que pronuncia mi nombre duele un poquito más.

En el fondo lo sabía, pero nunca quise enfrentarme a esa posibilidad porque me parecía inaudito que Eric arrojara por la borda todo lo que hemos construido.

Nunca me ocultó que tuvo algunas adicciones ni que estuvo cerca de caer en el alcoholismo, siempre fue sincero. También sabía que no recibió apoyo profesional para superar todo eso. Una recaída era una posibilidad, siempre lo supe, mas no lo vi como algo que pudiera sucedernos a nosotros.

«Nosotros», porque las adicciones se viven en familia. Afectan a todos.

Limpio mi rostro. Respiro hondo y trato de dominar mi llanto. No puedo alterarme así, no es bueno para mis bebés. Debo ser madura, pensar con la cabeza fría.

La imagen de Eric perdido en el baño vuelve fuerte y clara. El llanto regresa con mayor intensidad.

—¡Basta, Eric! —exclama Dimas.

Eric está llorando, sus sollozos son fuertes. Quiero correr y abrazarlo, pero no me siento capaz de encontrar fuerza en las piernas para caminar.

Y soy una mezcla de enojo, tristeza, incredulidad, pero también mucho amor. Porque descubro que lo amo más que nunca, entiendo que nada de esto me apartará de él, sino que lucharemos juntos... si lo desea. Es lo complicado, yo puedo desear miles de cosas, pero todo depende de la determinación de Eric por salvarnos.

No entiendo todo lo que dice. Arrastra las palabras, solloza y su voz se esconde detrás de la de Dimas, Henrik y Mike. Intento descifrarlo, pero una llamada de mi madre interrumpe.

Y, pese a todo lo que podría creer que haría, contesto porque sólo soy una niña que quiere a su mamá en un momento difícil. Rosario no será mi madre biológica, pero me ha cuidado cada día de mi vida.

—Mami —sollozo.

—Aura —dice con sorpresa—. Niños, vayan con tía a decirle que se parece a la Úrsula de La Sirenita, le encantará.

—¡Sí! —exclaman mis hijos al otro lado de la línea y se alejan corriendo.

—¿Qué pasa? —inquiere mamá en soledad—. ¿Por qué lloras? ¿Qué te hizo ese renacuajo?

El apodo para Eric me hace sonreír.

—No es un renacuajo, mami.

—¿Entonces no estás llorando por él?

—Sí, pero...

—Es un renacuajo.

Rio por lo bajo. Limpio mis lágrimas y noto que el barullo en el exterior comienza a disminuir. Creo que están metiendo a Eric a una de las habitaciones probablemente por instrucciones de Mike para intentar que nadie más vea esto.

—Pero lo amo —musito. Rompo en llanto de nuevo sin poder evitarlo—. Lo amo muchísimo, mami, quiero salvarlo y no sé si puedo...

—¿Salvarlo? No entiendo...

Explicar a mi madre la escena del baño me resulta difícil, pero lo hago. Ella escucha en silencio sin emitir ningún sonido o comentario hasta que termino de contarle que me he encerrado en el cuarto de Cristal y Dimas porque obviamente ellos sabían.

La melodía de Auric - Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora