—Despierta, Rik, despierta.
El niño abre despacio los ojos y encuentra la mirada risueña de su hermana.
»¡La playa se ve tan bonita!
—Ya duérmete —bosteza Rik y se gira para seguir durmiendo, pero Rachelle insiste como la niña terca que es; no podía esperar menos de ella siendo la hija de Eric Dogre.
—Vamos, Rik, quiero ver el mar.
—Papá dijo que no.
—«Por fi».
—No, duérmete.
Rachelle propina un último empujón a su hermanito y suspira:
—Iré sola.
—¿Qué? —Rik se incorpora y ve a su hermanita bajando de la cama—. Regresa, mamá se va a enojar.
—Papá también —concuerda Rachelle mientras se calza las sandalias.
—¿Entonces?
—Sólo si se enteran.
La niña hace un guiño a su hermano y sale de la habitación.
Rik brinca fuera de la cama, se coloca los tenis como sea y corre fuera del cuarto en busca de Rachelle.
La pequeña se asoma con cautela en la puerta que conduce al balcón.
—Están dormidos —susurra a su hermanito—. Mira.
Eric ha colocado una colchoneta gruesa en el balcón y también varias almohadas. Aura duerme sobre su costado y Eric la abraza por la espalda. La brisa ha menguado y duermen apaciblemente sin tener la menor sospecha de sus hijos están a punto de escapar hacia la playa.
»Vamos.
—Rachelle, es peligroso.
—Sólo vamos a ver —insiste ella y, sin dejar lugar a más objeciones, sale de la casa directo a la pequeña puerta situada a un costado del balcón.
Pero tiene candado.
—Ni modo —suspira Rik a espaldas de su hermanita—. Volvamos.
—No —dice ella, gira en redondo y apresura sus pequeñas piernas hacia donde duerme su papá.
—¿Qué haces? —musita el niño—. Rachelle, no, se van a despertar y nos van a regañar.
La niña lo ignora, claro que sí, porque también es perseverante como su mamá. En su lugar se inclina y encuentra un llavero de guitarra asomándose del bolsillo del pantalón de papá; tira despacio hasta que consigue sacarlo y, con el sigilo de un ninja, regresa a la puerta con el candado.
—En serio se van a enojar —advierte Rik—. No quiero que mami se enoje.
—No lo notarán.
Rachelle encuentra la llave correcta y abre. La puerta emite un leve crujido que es opacado por el sonido del mar.
»¡Vamos! —exclama por lo bajo.
Ella no espera por la reacción de su hermano, se apresura a meterse entre los matorrales. Rik la sigue no porque quiera ver el mar, sino porque sabe que debe cuidarla.
—¡Espérame! —pide él.
Rachelle lo hace cuando encuentra los escalones de piedra que llevan a la playa. Rik llega pronto y enmudece al notar lo hermosa que es la playa; quizá piensa que fue buena idea echar un vistazo.
La niña toma la manita de su hermano, comparten una mirada decidida y empiezan a descender las escaleras. La brisa revuelve sus cabellos, los hace reír mientras algunos granos de arena se pegan en sus caritas. No demoran en llegar a la playa y correr hacia las gaviotas que revolotean por arriba del mar, pero se detienen antes de tocar el agua.
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La melodía de Auric - Libro 2
RomanceAura ha descubierto las adicciones de Eric. Eric se ha enterado del embarazo de Aura. Su mayor sueño y el peor miedo colisionan. Eric deberá tomar una decisión que podría despertar sus más grandes temores, aquellos que nunca logró superar y, por fin...