Capítulo 23 - Eric

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‼️Es doble actualización. Revisa si ya leíste el capítulo anterior ‼️

El abrazo de mis hijos ha permanecido en mi piel por todos estos días. Despedirme de ellos fue más difícil de lo que pensé, en especial porque no supe explicar «de qué» estoy enfermo.

Rachelle me miró con esos enormes ojos y preguntó:

—Pero, ¿por qué, papi? Mami te puede cuidar en casita, vamos, ¿sí?

Rik permaneció callado, pero en su mirada encontré la misma súplica.

Aura contuvo el llanto y calló. Tampoco supo qué decir.

Me limité a prometer que volvería pronto y los miré marcharse en el taxi. Fueron por su equipaje al hotel, luego al aeropuerto y se marcharon.

De eso han pasado algunas semanas y cada día no se hizo más fácil, sino todo lo contrario. Sin embargo, volqué toda esa frustración en mejorar, en enfocarme en recuperar la salud de mi cuerpo y, también, la mental.

Bueno, si mi terapeuta leyera mi canción probablemente me pediría que me quedara unas semanas más, pero hay cosas de mí que no sé si puedo cambiar porque sencillamente no quiero hacerlo.

Tengo una estrecha relación con la muerte y he aprendido a manejarla con mi música, así de simple.

La canción sigue incompleta. Creo que le falta algo, no sé qué, pero necesita «algo» más y espero que se pueda llenar sin recurrir a las drogas. Quizá desaproveché mi oportunidad de escribir algo realmente bueno cuando estaba tan intoxicado, ya nunca lo sabremos.

Mi maleta está abierta arriba de la cama; ya toda mi ropa se encuentra adentro. La guitarra está en su estuche rígido. En otra pequeña maleta llevo las libretas y libros que adquirí durante mi estadía.

Por fin, volveré a casa.

Cierro la maleta. Inspeccionó alrededor y recuerdo cuando los gemelos llenaron de arena mi cama; tuve que pedir sábanas nuevas. Nunca nos quisieron decir qué pasó y, misteriosamente, las cámaras de vigilancia fallaron.

Espero que las sospechas de Aura sean falsas porque ella dice que de seguro bajaron a la playa y se siente muy culpable por descuidarlos. Yo intento pensar que simplemente metieron arena de quién sabe dónde. Me aterra la idea de nuestros hijos tan cerca del mar y sin supervisión.

Si Aura tiene razón, también sería mi culpa. Ellos no hubiera estado aquí si no hubiera sido por mí. Si yo hubiera sido lo suficientemente maduro para no caer de nuevo en las drogas.

—Maldición —mascullo.

Abandono la habitación y salgo por última vez al balcón que me brindó cobijo estos dos meses. Una parte de mí extrañará este sitio, pero espero jamás regresar.

Enciendo un cigarro, camino al barandal y me recargo; la madera cruje. El sol del mediodía brilla en lo más alto y sonrío al recordar la videollamada de la mañana con Aura; dijo que estoy muy bronceado.

—Vamos a tener que ir a la playa para que todos estemos bronceados —bromeó ella.

Los gemelos celebraron la idea y prometí que sí, que eso haríamos. De hecho, creo que compraré una casa en la playa.

Me gustaría irme de vacaciones con Aura. Amo a mis hijos, a los cuatro, pero quisiera pasar un tiempo con ella sin que suframos pequeños infartos cada vez que hay silencio en la casa porque acaban de hacer alguna travesura.

Cierro los ojos. Las gaviotas graznan, el mar acaricia la arena con sus olas y la brisa remueve los mechones sueltos de mi coleta.

Sí, este es un adiós. El adiós definitivo.

La melodía de Auric - Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora