Capítulo 19 - Aura

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Mis hijos acaban de jalonearse con otra niña y pegarle a su madre, pero no puedo reaccionar.

Mi corazón hace «boom, boom, boom».

Mi sentido común repite, incansable, «primero eres madre, luego esposa, ¡haz algo!».

Y no puedo. No puedo hacer nada.

No puedo moverme.

¿Eric estaba besando a otra mujer?

Ni sé si duele, mi cuerpo entero se ha entumecido hasta los sentimientos. Es como si una capa fría se hubiera deslizado sobre mí al ver los labios de esa mujer tocar los de Eric.

No, mis labios, porque los labios de Eric son míos y de nadie más.

¿Cómo se atreven?

—Aura, te juro que va a sonar como una estupidez, pero de verdad no es lo que estás pensando —dice Eric en medio de los gritos de mis hijos que claman sangre, la sangre de «esas dos».

La otra niña responde igual, pero en inglés.

—¿Todo en orden? —pregunta un guardia de seguridad.

Quiero preguntarle si es idiota o qué, más callo.

Y, entonces, noto algo.

Sí tengo un sentimiento activo.

La ira.

Respiro hondo, suelto la agarradera de la maleta morada —al final decidí que no podíamos llevar la maleta en forma de ataúd, llamaría demasiado la atención— y avanzo con paso firme hasta Eric, pero no lo miro. Mi atención entera está en la mujer.

Y, por Yoda, es igualita a Ángela; es decir, claro que tienen diferencias, aunque son mínimas.

Es como si todos mis miedos hubieran emergido hasta materializarse en una mujer que tiene el poder de hacer flaquear a Eric.

¿Cómo se supone que te enfrentas a eso?

Y, por si fuera poco, ella entrega la niña a su esposo y me desafía con la mirada. Tiene la barbilla en alto y debe bajar la cabeza para verme a los ojos.

Es realmente bonita.

—Así que tú eres Aura —dice ella con su perfecto inglés.

Y no resisto poner los ojos en blanco.

Claro que sabe quién soy.

Eric quiere acarearse, pero mis hijos siguen determinados a golpear a la niña y a Amy.

—¡Tranquilos! —grita él, está enojado, pero los mellizos no paran de forcejear.

—¡La voy a matar! —chilla Rachelle.

—¡Rachelle! —reprende Eric.

Mi hija ni sabe el significado de esa frase, yo igual debería reprenderla, pero... me niego a romper el desafío visual con la mujer que se atrevió a arañar a mi esposo.

—Y tú eres la que acosa a mi esposo —espeto. No puedo decir su nombre, se supone que todo es confidencial.

Ella suelta una risita irónica.

—Amy —llama el otro hombre, supongo que su marido—. Basta.

—Pero es él quien... —Amy no termina de hablar porque la mano más rápida de este lado del charco se estrella en su mejilla, es decir, la mía.

Y todo estalla.

En menos de un segundo tengo a Eric interponiéndose entre nosotros. Me hace retroceder mientras las manos de la mujer intentan llegar hasta mí; en su desesperación tira del cabello de Eric hasta hacerlo gritar de dolor.

La melodía de Auric - Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora