Draco no tenía la costumbre de sentarse a la mesa a almorzar con su madre, por lo tanto ese día, como siempre, se había hecho llevar una bandeja a su estudio para comer sin la intrusión de esos silencios preñados de tensión.
Pero ese día, el silencio natural consecuente a estar solo estaba preñado de una clase de tensión totalmente distinta, una tensión que olía a preocupación y pesar por actos que tal vez no había pensado correctamente.
Había comenzado a cortejar a una dama soltera que sin disimulo buscaba marido, una dama soltera que estaba en Londres con la finalidad de «pescar» a un noble. Le habían visto paseando con ella en Hyde Park y era seguro que en todo Londres se estarían comentando en susurro sus intenciones. Lo más probable era que las madres inglesas estuvieran furiosas con él por dejar vagar su mirada fuera del suelo inglés. Él estaba también un poco furioso consigo mismo por haberse convertido en algo que siempre había despreciado: un cazafortunas. No era mejor que ella ni que Potter.
No debería ser muy duro consigo mismo, ni con Hermione, reflexionó. Los matrimonios entre aristócratas casi siempre eran uniones basadas en condiciones que de alguna manera fueran ventajosas para las dos partes. Se entraba en el matrimonio por responsabilidad, no por pasión, y él justamente tenía que saber que la pasión no era algo que se debía buscar. No era ni siquiera una opción en su caso. La pasión era demasiado peligrosa. Tenía que encontrar otro motivo para casarse, y el dinero era un motivo tan bueno como cualquier otro. Era la opción más responsable, en realidad, porque iba a hacer eso por su ducado. Lo haría por Lyra, por Abraxas y por los futuros herederos de la propiedad, fueran quienes fueran.
Entonces ¿cuál era el problema? ¿Se debía a que ella era americana? ¿Se sentía desleal?
Un poco, tal vez, pero no lo bastante para volver la cabeza en otra dirección. Ya estaba resuelto.
Cayó en la cuenta entonces de que su preocupación no tenía nada que ver con que ella fuera de otro país. Se debía exclusivamente a que estaba obsesionado por ella, por mucho que intentara quitársela de la cabeza. Ella no le daba tampoco ningún momento de paz en esas cosas que tenían menos que ver con la mente que con el cuerpo. Lo único que deseaba en esos momentos era coger su coche para ir a verla y consolidar su proposición de matrimonio para poder salir de toda esa indecisión y pasar rápidamente, sin tardanza, a los placeres carnales de la noche de bodas.
Entonces pensó en la naturaleza de su padre, cómo el hombre perdía toda razón cuando se apoderaban de él sus pasiones. Él no quería ser como su padre. Tal vez no era posible mantener el matrimonio dentro del círculo cerrado de un convenio de negocios.
En ese momento sonó un golpe en la puerta que lo hizo pegar un salto. Los golpes y portazos inesperados siempre lo sobresaltaban.
Apareció su mayordomo.
—El conde de Goldstein ha venido a verle, excelencia.
Sintió subir la tensión por la columna. ¿Es que el conde se había enterado de que él había salido a pasear con Hermione la tarde anterior y venía a hablarle de la batalla que pensaba darle?—Hazlo subir, Goyle.
Se levantó del sillón del escritorio y se acercó a la ventana. Apartó la cortina con un dedo para mirar la calle, donde estaba detenido el coche del conde delante de la casa.
Se oyeron pasos en la escalera, y al cabo de un momento entró el conde en su estudio. Goyle lo anunció:
—El conde de Goldstein. —Después se retiró de la sala y cerró la puerta.
—Gracias por recibirme, Malfoy —dijo el conde—. Tengo un asunto de especial importancia que deseo hablar contigo.
—Toma asiento, por favor.
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Noble de Corazón - ADAPTACIÓN DRAMIONE, LIBRO UNO
Historical FictionHermione es una rica heredera norteamericana que ha llegado a Londres para encontrar un marido que proporcione a su familia el respeto de un título nobiliario. Su millonaria dote y su gran belleza atraen a los aristócratas británicos, sobrados de tr...