Hermione dio los buenos días a Narcissa y Lyra y se sentó a la mesa a desayunar. Un lacayo le puso delante un huevo pasado por agua.
—Gracias —le dijo, sin pensarlo, y sintió la taladradora mirada de su suegra.
—No tienes necesidad de dar las gracias —dijo la mujer.
Hermione cogió el cuchillo y rompió la cáscara del huevo. Era temprano y casi no había pegado ojo, todavía sentía los pies entumecidos de haber estado helados toda la noche, y de pronto sintió muy agotada su paciencia para dejarse corregir a cada momento. Hasta el momento Narcissa no le había dicho ninguna cosa simpática, ni sonreído ni ofrecido ningún tipo de aliento.
—¿No tengo necesidad de ser educada? —preguntó, con cierta brusquedad. Sabía que lo lamentaría después, pero ay, qué bien se sintió.
Lyra mantuvo los ojos bajos.
Narcissa no mostró ninguna reacción. Alisó el mantel alrededor de su plato.
—Nunca les hemos dado las gracias a los sirvientes aquí.
«Bueno, tal vez deberíais», deseó decir Hermione, pero se contuvo. Ya había dicho bastante. Sus emociones a veces podían con ella, y no podía permitirse desagradar a su suegra, que ciertamente estaba teniendo dificultades con esa transición. De eso ya estaba segura.
Tendría que esforzarse más en hacerse entender, y esperaba que pronto las cosas se le harían más fáciles.
—¿Draco ya desayunó? —preguntó, tratando de sacar una voz animada, para no dejar ver lo dolida que se sentía porque él no fue su dormitorio esa noche.
—Draco no desayuna con el resto de la familia.
Hermione tragó el bocado de huevo, detestando tener que pedir más información a su suegra acerca del hombre que supuestamente era eI compañero de su vida.
—¿Dónde desayuna?
Después de un largo silencio cuya finalidad parecía ser torturarla, Narcissa contestó:
—En sus aposentos.
—Normalmente tampoco almuerza en la mesa con nosotras —añadió Lyra, amablemente.
Hermione continuó comiendo, deseando no hacer más preguntas, pero no pudo contenerse:
—¿Creéis que ahora estará en sus aposentos?
Lyra la miró comprensiva.
—No está en la casa. Salió temprano y dijo que no volvería hasta la cena.
Hermione cogió la servilleta y se limpió las comisuras de los labios, obligándose a renunciar a toda esperanza de ver a Draco antes de esa hora, porque no se creía capaz de soportar más decepciones.
—Entonces, ¿tal vez después del desayuno podrías acompañarme a recorrer la casa, Lyra?
—Encantada.
Luego de eso nadie dijo nada y acabaron el desayuno en silencio.
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Draco montó su caballo y salió al trote del patio, escuchando el agradable y previsible sonido de los cascos aplastando la gravilla. Cuando salió por las puertas se adentró en la fría y espesa niebla que flotaba inmóvil sobre los páramos. Era igual a la niebla de incomprensión que le llenaba la cabeza. Azuzó al caballo para ponerlo al galope.
Necesitaba decidir cómo iba a llevar el matrimonio, porque esta noche había sido dificultosa. No, no dificultosa. Había sido absolutamente caótica, y él detestaba el caos. Se había bajado de la cama por lo menos doce veces para ir a ver a Hermione. Llegaba a la puerta, la abría, y cada vez la cerraba y volvía a meterse en la cama, resuelto a no volver a bajarse. Porque el miedo lo retenía.
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Noble de Corazón - ADAPTACIÓN DRAMIONE, LIBRO UNO
Historical FictionHermione es una rica heredera norteamericana que ha llegado a Londres para encontrar un marido que proporcione a su familia el respeto de un título nobiliario. Su millonaria dote y su gran belleza atraen a los aristócratas británicos, sobrados de tr...