Capitulo 13

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Draco acababa de abotonarse los pantalones y estaba cogiendo la camisa del sillón cuando oyó crujir la cama y comprendió que Hermione se había despertado. Lo invadió el miedo; había esperado salir sin que ella lo sintiera.

-¿Adónde vas? -le preguntó ella, en tono de verdadera perplejidad.

De espaldas a ella, hizo una inspiración profunda para disipar la frustración por no haber podido salir sigilosamente, y se volvió a mirarla, sonriendo. Ella estaba desnuda, de costado, apoyada en un codo descansando la mejilla en la mano; a la luz dorada de las velas parecía una diosa de la antigüedad. El curvilíneo contorno de su cintura, cadera y pierna, y la mata triangular de rizos en la entrepierna lo distrajeron un segundo o dos, pero se apresuró a recuperar el control de sus pensamientos.

-Vuelvo a mi dormitorio, como es lógico -explicó.

-¿Tu dormitorio? Pensé que este era tu dormitorio. Nuestro dormitorio.

Él la miró fijamente, mudo de incredulidad. Tal vez en su loca precipitación por casarse con Hermione, no había entendido toda la magnitud de su inocencia. Sabía, claro, que ella tendría que aprender muchas cosas respecto al gobierno de su casa de Yorkshire, pero eso, que no supiera que tendrían dormitorios separados, para él era una sorpresa.

-El duque y la duquesa siempre han tenido habitaciones separadas -explicó, abotonándose la camisa-. ¿Nadie te lo ha dicho?

Ella continuó mirándolo, confusa. Al parecer no quería creer que eso fuera cierto.

-Pero si somos marido y mujer. Pensé... -Titubeó un momento, como pensándolo-. Pero dormirás aquí conmigo, ¿verdad? Es decir, después que nuestros criados se hayan retirado a sus cuartos.

-Te refieres a Susan y Goyle.

-¿Goyle es tu...?

-Mi ayuda de cámara, sí.

Ella pareció encontrar inquietante no haber sabido el nombre de su ayuda de cámara.

-De acuerdo, entonces, después que Susan y Goyle se hayan retirado - repitió ella, como para aclararlo. Se sentó y bajó las piernas por el borde de la cama-. Dormirás conmigo, ¿verdad?

Draco observó el garbo con que se movía, el seductor largo de sus piernas, la perfecta redondez de sus pechos ahora que no estaba acostada. Observó con una resonante reacción de deseo que sus pezones rosados estaban blandos, y recordó cómo sabían cuando estaban duros, cuánto disfrutó pasando la lengua por encima de ellos y sintiendo fundirse y moverse su blando y cálido cuerpo debajo de él.

Mirándola, lo avasalló un violento impulso de acariciarla otra vez y doblegarse a sus caprichos, como si deseara adaptarse a sus costumbres y expectativas, en lugar de que fuera ella la que se adaptara a las de él. Por un momento, la muy vulgar idea de compartir una cama con su mujer noche tras noche le pareció fascinante. Qué extraña era esa idea. Imaginarse lo cómodas que se sentirían dos personas en mutua compañía. No habría ningún fingimiento, ningún secreto, sólo una conexión íntima que seguro se iría intensificando con el paso de los años, y una mutua confianza en el afecto del otro.

Se obligó a apartar la mirada y se abotonó el último botón. De pronto agradeció esa determinada costumbre de su clase, la de habitaciones separadas. No se creía capaz de arreglárselas con ese tipo de intimidad con demasiada frecuencia. Tal vez, pensó con cierta curiosidad, ese exceso de intimidad y presunción fue la caída de su padre.

-Vendré a verte, por supuesto -dijo, en respuesta a su pregunta.

-¿Venir a verme? ¿Y después te marcharás como esta noche?

Noble de Corazón - ADAPTACIÓN DRAMIONE, LIBRO UNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora