Capítulo 26

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Acababa de empezar a caer una lluvia torrencial cuando Draco entró en el tocador de su madre. La ventana estaba abierta y unas fuertes ráfagas de viento agitaban las cortinas hacia dentro. Entraba agua también.

Su madre estaba acurrucada en su sillón junto al hogar sin encender, con las piernas envueltas en una manta y un pañuelo en la nariz. Todavía estaba en camisón y gorro de dormir, y tenía los ojos hinchados y enrojecidos.

Draco atravesó la habitación y cerró la ventana, dejando fuera el ruido del viento y la lluvia. Desde allí se giró a mirarla.

Jamás antes la había visto tan abatida y vulnerable.

Algo le oprimió dolorosamente el corazón. Era una sensación desconocida en relación a su madre, y lo maravilló.

Últimamente lo maravillaba todo en él.

Se le acercó, se arrodilló delante y puso una mano sobre la de ella. La mano estaba fría y llena de manchas de la edad y venas azules; la contempló unos segundos, sorprendido por su tacto y apariencia.

¿Es que nunca le había tocado la mano?, pensó, receloso. No lo sabía. Si se la había tocado alguna vez, no lograba recordarlo.

Esperó a que ella levantara la vista hacia él.

—Estoy en casa, madre.

Ella asintió.

—Eso lo veo, pero has llegado demasiado tarde. Estamos deshonrados, Draco, y todo por culpa mía.

—No estamos deshonrados.

—Lyra lo estará, sin duda. Eso si volvemos a verla alguna vez.

—Haré todo lo que pueda por impedir que ocurra eso. Voy a ir a buscarla para traerla de vuelta a casa.

—¿Cómo? ¿Cómo la vas a encontrar? Potter ya salió a buscarla y no encontró nada, ni siquiera una pista de adónde podrían haber ido.

—Por eso estoy aquí. Necesito ver las cartas de madame Delacour. Todas.

A ella se le agitó la garganta al tragar saliva.

—¿Hermione te lo dijo?

—Sí, pero yo ya sabía lo del primer matrimonio de mi padre, y también lo que continuó entre ellos mientras él vivió. No fue ninguna sorpresa oírlo.

A ella se le agrandaron los ojos de horror y vergüenza.

—¿Sabías que me chantajeaba?

—Eso, lamentablemente, no lo sabía, y ojalá me lo hubieras dicho. Yo le habría puesto fin. Te habría ahorrado todos estos años de sufrimiento. ¿Por qué no me lo dijiste?

Ella se llevó el pañuelo a los ojos y se limpió las comisuras.

—Sólo eras un niño cuando comenzó —dijo, con la voz trémula—. Yo sabía que nunca podría protegerte de él, pero por lo menos podía protegerte del escándalo. Cuando llegaste a la edad para entender o hacer algo al respecto, yo ya estaba muy atrapada. Se había convertido en parte de mi vida, eso de recibir las cartas y enviarle lo que pedía. No quería alterar el acomodo. Tenía miedo de lo que ella podría hacer y, encima, nunca me sentí capaz de decirte la verdad. Temía que me odiaras más de lo que ya me odiabas. Temía que fueras como tu padre y reaccionaras con violencia.

Draco bajó la cabeza hasta apoyarla en el regazo de su madre. Sintió la desconocida sensación de su mano sobre su cabeza, y luego sus temblorosos dedos peinándole los cabellos.

¿Cuántas veces, de niño, había deseado poder acudir a ella y hacer exactamente eso?

—No tenías por qué tenerme miedo, madre. Jamás te habría hecho daño. He hecho la finalidad de mi vida controlar ese aspecto de mi naturaleza.

Noble de Corazón - ADAPTACIÓN DRAMIONE, LIBRO UNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora