Inclinado sobre la silla, con las manos firmes en las riendas, Draco iba galopando por el páramo de vuelta de una inspección de los fosos de drenaje del este. Esa semana había trabajado arduamente, para mantenerse ocupado y olvidar su preocupación por Hermione. Esa proeza la conseguía sencillamente no pensando en ella. Había habido momentos en que dudó de ser capaz de no pensar en ella, pero ya había comprendido que siempre había sido muy experto en cerrarse y dejar fuera el mundo, porque hubo una época en que necesitó hacer eso para mantener la cordura: cuando era niño y no tenía ningún control sobre su entorno.
Impulsó a su montura para saltar sobre un muro de piedra bajo y aterrizó sobre la hierba mojada. Pero de pronto tiró de las riendas para poner el caballo al paso al ver su propio cabriolé, con la capota bajada, aparcado fuera de la casa de un inquilino. Se acercó y vio al cochero tendido en el asiento, durmiendo.
Se aclaró la garganta. El hombre, que se había bajado el sombrero de copa sobre los ojos para protegerlos del sol, movió la mano para ahuyentar a una mosca que zumbaba alrededor de su cabeza. Draco volvió a aclararse la garganta.
Él hombre levantó el sombrero, lo vio y bajó de un salto del coche. En el patio se produjo una desbandada de pollos y gallinas cloqueando y agitando las alas.
—¡Excelencia!
Desde lo alto de su caballo, Draco lo miró.
—¿Puede saberse qué haces aquí, en mi vehículo? ¿Durmiendo dentro?
—Estoy aquí con la duquesa, excelencia. Y ella me ordenó que durmiera. Dijo que me notaba cansado, y no aceptó un no. Me obligó a ponerme aquí atrás.
Draco reflexionó sobre eso. Era uno de esos momentos en que sentía como un abismo imposible de salvar las diferencias entre él y su mujer. No era que no pensara que un hombre se merecía dormir, pero había que considerar ciertas reglas, en especial cuando los criados estaban de servicio.
Miró la puerta de la casita de piedra. Conocía al granjero que vivía ahí. Era un hombre joven, fornido, respetable y serio. Pero claro, había hablado muy rara vez con él. Era difícil juzgar a un hombre
—¿La duquesa está dentro?
—Si, excelencia.
Él no sabía que su mujer iba a salir de visitas ese día, pero claro, se había ocupado de evitar todo contacto con ella desde su último encuentro. Ella no había formulado ninguna queja, y el asunto de sus reglas lo había liberado de toda expectativa que pudiera tener ella o él respecto a relaciones más íntimas. Al menos durante unos cuantos días más.
De todas formas, sintió pasar por él una oleada de curiosidad.
—¿Está su doncella también?
—No quiso traer a nadie, excelencia. Quería venir sola.
—Sola —repitió él.
¿Estaría haciendo algo que no deseaba que supiera nadie? ¿O era simplemente otro de sus errores de protocolo?
Le habría gustado preguntarle al cochero qué estaba haciendo ahí Hermione esa soleada tarde, pero decidió no preguntar, porque no quería atraer la atención al hecho de que sus criados supieran mas que él acerca de las idas y venidas de su mujer.
—¿Cuánto tiempo ha estado ahí? —preguntó.
—Una hora, excelencia. Normalmente está una hora.
—¿Normalmente? ¿Has estado aquí antes?
Él hombre asintió.
—Tres veces esta semana
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Noble de Corazón - ADAPTACIÓN DRAMIONE, LIBRO UNO
Ficção HistóricaHermione es una rica heredera norteamericana que ha llegado a Londres para encontrar un marido que proporcione a su familia el respeto de un título nobiliario. Su millonaria dote y su gran belleza atraen a los aristócratas británicos, sobrados de tr...