Capítulo 16

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Hermione se metió en su enorme y fría cama, deseando haber soñado o simplemente imaginado todas las cosas horribles e hirientes que acababa de decirle Draco. Había dejado a su amada familia, renunciado a su hogar y su país por él. ¿No había creído en la sinceridad de sus sentimientos durante la luna de miel? Seguro que tuvo que haberlo sentido en la médula de los huesos cuando ella gritaba su nombre o le decía que lo amaba. ¿Era que no deseaba ser amado? ¿Eso era? ¿Cómo podía alguien no desear eso, si era lo único que importaba en la vida?

¿Por qué cambió tan drásticamente al llegar a la casa? ¿Era su casa el motivo? ¿Era la necesidad de ser lo que todos esperaban que fuera? ¿Un duque, no un hombre?

Esa idea la hizo revolverse en la cama con los puños apretados de furia. Ese mundo de títulos, blasones y coronas tenía ese poder, el de aplastar y ahogar las emociones de las personas que nacían en él.

O de las que entraban en él por matrimonio.

Le escoció la columna. ¿Sería ella como ellos algún día? ¿Con un corazón de piedra? ¿La derrotarían, despojándola de su espíritu, de sus ideales, de su optimismo?

¿Llegaría a sentirse muerta por dentro, desilusionada, hasta estar tan débil que no podría aferrarse a la persona que había sido?

Sintiéndose como si fuera a la deriva en un mar tormentoso, se bajó de la cama y fue a su escritorio, donde aún estaban encendidas sus velas. Sacó una hoja de papel común y corriente, cogió su pluma y la metió en el tintero. Deseaba escribirle a su madre para decirle lo desgraciada que se sentía. Deseaba contarle todas sus aflicciones. Deseaba que su padre lo arreglara todo como hacía siempre. Incluso le había dicho que vendría a buscarla si ella quería.

Puso la pluma sobre el papel; le temblaba la mano. Cerró los ojos.

Ya era una mujer adulta, una mujer casada. No debía recurrir llorando a sus padres en cada decepción, por enorme que esta fuera o por desesperada que se sintiera.

Buscó en su interior la fuerza que sabía que seguía teniendo, dijo que sólo había estado allí dos días. Tal vez necesitaba más tiempo para adaptarse. Draco había dicho que la deseaba. Tal vez los hombres eran así. Tal vez simplemente necesitaban más tiempo para profundizar sus sentimientos.

Pero él no se limitó a decirle que no la amaba; le dijo que no tenia la intención de amarla. Jamás.

Dejó a un lado la pluma y se cubrió la cara con las dos manos. El recuerdo de su crueldad le perforaba el corazón una y otra vez. Si hubiera alguien con quien poder hablar.

Entonces se limpió las lágrimas. ¡Pansy! ¿Quién mejor para entender de qué iba todo eso? Pansy también había dejado su hogar y su país para casarse con un aristócrata inglés, un hombre que era bueno pero muy reservado.

Escribió una breve nota a Pansy: «Ven, por favor. Necesito hablar contigo». Antes de la firma, escribió sencillamente: «Una paisana». La selló y la dejó sobre el escritorio para enviarla a primera hora de la mañana. Volvió a meterse en la cama.

A pesar de la carta a Pansy y del granito de esperanza que esta le daba, continuó con el estómago revuelto, y no sabía qué hacer para que se le pasara. Lo único que sabía era que no se permitiría perder su dignidad y el respeto por sí misma. Era lo único que le quedaba. Dijera lo que dijera Pansy, si su marido no la amaba ella no iba a volver a suplicar sus atenciones. Sería él el que tendría que acudir a ella.

Durante dos semanas enteras, Hermione no vio a Draco ni tuvo noticias de él. Se había marchado a Londres, supuestamente por asuntos en el Parlamento, sin siquiera informarla que se marchaba. Esa prolongada ausencia, sin enviarle una sola carta sólo sirvió para atizar las llamas de su rabia y disgusto.

Noble de Corazón - ADAPTACIÓN DRAMIONE, LIBRO UNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora