Capítulo 9

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Ya estaba hecho. Estaba comprometido con una heredera.

Sentado solo en su coche, Draco iba escuchando el clap clap de los cascos de los caballos sobre la calzada adoquinada, avanzando lentamente por Picadilly, que estaba atascada de tráfico.

¿Por qué no se sentía más satisfecho?, pensó con cierta aprensión. Había resuelto ganar esa carrera, la de adquirir la dote que codiciaban todos los demás hombres de Londres, y esa mañana había triunfado. Se había asegurado el premio. Sin embargo, se sentía disgustado consigo mismo sin tener ningún motivo lógico. ¿Por qué?

Tal vez se debía a que todo lo que le dijo a Hermione esa mañana era cierto. Con toda sinceridad, su proposición no se había debido al dinero. No pensaba en el dinero cuando la miró a los ojos y le dijo que deseaba hacerla su duquesa, que si le decía sí, lo haría el hombre más feliz del mundo.

Para imaginárselo. Él, el hombre más feliz del mundo. Buen Dios, había sido arrastrado por una enorme ola. Había hablado y hablado sobre lo mucho que la adoraba, como un condenado escolar. En ningún momento había tenido la intención de hacerlo tan romántico. Ese tenía que ser un asunto de negocios.

Pero ella era la mujer más hermosa que había conocido en toda su vida y le ocurría exactamente lo que le había dicho, sencillamente tenía que tenerla. Maldición, si la deseaba en ese momento. La deseaba ahí, en el coche, junto a él. En sus brazos.

Tal vez por eso notaba esa insatisfacción. En el fondo sabía que no había triunfado en realidad. La verdad, había perdido la batalla contra su impulsividad, cedido a sus deseos, y ya no podía hacer nada al respecto, aparte de vivir con lo que de pronto se había convertido en su futuro, y sobrevivir a ello sin bajar al infierno.

Qué mañana. Y todavía le quedaba por darle la noticia de su compromiso a su madre.

Apretó fuertemente la empuñadura de marfil de su bastón, mientras el coche seguía traqueteando por las ruidosas calles de Londres.

Media hora después, entraba en su casa de Londres.

Su excelencia, su madre, estaba sentada en el salón de mañana tomando té.

Levantó su dura mirada cuando sintió su presencia en la puerta.

—Draco —dijo, algo sobresaltada.

Él entró en la sala y se sentó en el sofá de cretona, decidiendo que no tenía ningún sentido postergar lo inevitable. Tampoco había ninguna necesidad de cháchara ociosa. Iría al grano.

—Tengo una noticia, y me pareció que debías ser la primera en saberla, antes que la leas en el periódico de mañana.

—En el periódico de mañana. Ay, Dios mío —exclamó su madre, apoyándose en el respaldo y llevándose la mano al corazón, como si hubiera recibido un disparo—. No me digas que... no será la americana.

Draco se cruzó de piernas.

—Pues, en realidad, sí. La americana.

Ella miró al cielo, poniendo en blanco los ojos.

—Ay, Dios mío. —Se levantó y caminó hasta el hogar—. No, no. No lo entiendo. Has sido tan difícil en el asunto del matrimonio... Espera —se volvió a mirarlo—. ¿Es esto una pueril rebelión en mi contra? ¿Para herirme? Porque si lo es, lo has conseguido.

—No es rebelión.

—¿Qué es, entonces? ¿Cómo demonios ha ocurrido esto? Esa chica, en poco más de dos semanas, te ha apartado de cualquier número de hermosas chicas inglesas de excelentes familias. Tiene que haber una razón. Si no es para herirme... —Lo miró fijamente—. Ciertamente, Draco, no lo has reflexionado lo suficiente.

Noble de Corazón - ADAPTACIÓN DRAMIONE, LIBRO UNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora