-4. Debí ser yo

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Silencio y quietud. No había nada más en ese lugar, y así lo deseaba. Pero por desgracia para Link, no se encontraba en completa oscuridad, pues la luz del sol atravesaba las cortinas de la ventana sobre su cama. Llevaba dos días enteros en su silenciosa casa en Hatelia; aquella en la que compartió tanto tiempo con Zelda, a pesar de que él no deseaba su compañía. Ahora esos días fueron diferentes.

Se encontraba recostado, con su largo cabello tapándole media cara, y sus ojos mirando fijamente un lado vacío, a una almohada solitaria que le perteneció a dos mujeres que llegó a querer; ahora ambas estaban ausentes, y estaba harto de mentirse a sí mismo con que no necesitaba a la segunda, todavía sabiendo que, esté donde esté, seguramente lo despreciaba.

«Perdóname... Zelda.»

Cerró los ojos y se entregó al sueño. A pesar de que llevaba ambos días casi enteros en cama, juraba que aún sentía cansancio. Las extremidades le pesaban, y los ojos le picaban. El mundo real era demasiado para él, y solo al cerrar los ojos es que veía una dulce alternativa.

Y es que en el mundo de los sueños, podía volver a verla, a ambas. Volver a ese momento en donde esas dos mujeres estaban en casa, funcionando como una rara familia, pero feliz a final de cuentas; y eso era lo único que importaba.

Con Zelda preparando la comida mientras Apaya y él estaban ocupados, ya sea trabajando o cuidando de los bebés. Recordando esas cenas a altas horas de la noche, esas sonrisas, las risas, o el apoyo y confianza que se tenían.

Ahora estaba solo en esa cama. Sintiendo cada segundo pasar, e ignorando cada eco fantasmal que las paredes aún guardaban.

«Quiero volver. Por favor... Quiero volver a esos días.»

Pero hasta él sabía que no todo era miel sobre hojuelas. Y antes de que esos recuerdos le atormentasen, alguien golpeteó la puerta de abajo. No era la primera vez que pasaba, ya era común que algunos vecinos llegasen para darle avisos, así que solo volvió a cerrar los ojos, y esperó a que se fueran.

—¡¿Link?! ¿Estás ahí? —escuchó de una voz femenina, una que jamás olvidaría.

Abrió los ojos tanto como pudo de la sorpresa, denotando esa coloración roja en ellos.

«Oh, no... No debe verme así. ¡No debe!»

Rápidamente saltó de la cama y se puso de pie frente a ella. Causándole un leve mareo por el movimiento repentino. Se apoyó en el barandal un momento y de inmediato comenzó a colocarse sus botas de la manera más desalineada que le produjo el hacer todo rápido.

—¡¡Un momento!! ¡Ya bajo! —avisó mientras bajaba las escaleras y se ponía una camisa sencilla al mismo tiempo.

De puro milagro no acabó tropezando en las escaleras. Aunque quizá deseó que así sucediese. Al abrir la puerta, el resplandor del sol le encegueció un momento, haciendo que entrecierre los ojos, revelando así a aquella figura femenina que ya esperaba. Cabellos blancos color blanco, un rostro bello y joven, y ojos que jamás olvidaría; la mujer más hermosa que haya conocido jamás, y que lamentablemente le producía cierto pesar.

La bella mujer se sorprendió al descubrir que sus sospechas eran ciertas, el aspecto de Link le daba todas las respuestas. Le fue imposible no denotar preocupación por el rostro desaliñado de su antiguo esposo.

—Apaya... hola. —saludó Link haciendo la mejor sonrisa falsa que su estado emocional le permitía.

Por supuesto, fue fácil para Apaya ver a través de esa máscara. Y no podía culpar a Link, realmente era su mejor esfuerzo para fingir una sonrisa, pero no esa vez. Desde hace más de dos días que no podía disimular una.

Recuerdo de un amor [#3] - Link y Apaya - Zelda TOTK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora