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¿Dónde estoy? ¿Qué me sucedió? ¿Por qué me pesan tanto los ojos? ¿Por qué tengo tanto sueño?

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¿Dónde estoy? ¿Qué me sucedió? ¿Por qué me pesan tanto los ojos? ¿Por qué tengo tanto sueño?

Esas fueron las preguntas que me hice al estar dentro de una caja llena de aire, me sentí como animal en exhibición cuando me di cuenta que era una bebé recién nacida después de leer un libro de conjuros en voz alta [más bien practicar otro idioma] ahora resulta que estoy dentro de la trilogía que más odio.

— Ameera — De nuevo esa voz molesta que perturba mi sueño. — Ameera — Como molestas mujer.

Me esfuerzo en abrir mis ojos, parpadeo al darme cuenta que no sigo en el hospital, la habitación cambió y ahora una mujer vieja me tiene en brazos.

— Soy tu abuela Marie — Habla como idiota.

Abuela ni que nada, como si no supiera que papel juega Marie aquí dentro.

— No sabia que las sirvientas fueran llamadas abuelas. — Una mujer habla y giro como puedo mi cabeza para ver a otra mujer en la puerta. — Dame a mi bisnieta y lárgate de aquí criada.

— Regina. Yo crié a Christopher es claro que lo considere mi hijo y el a mi su madre. — Se defiende y centro mi vista en la mujer frente a mí que no me quita los ojos de encima.

— Señora Morgan para tí. Mi nieto no considera a una sirvienta como tú como su madre. — Se acerca y me toma de los brazos de Marie quien sale entre lágrimas.

El dedo de Regina delinea mi rostro con delicadeza que me hace cerrar los ojos un poco. — Me cae un poco bien, disfruto como me mima.

Estás gorda — Abro los ojos con molestia y ella simplemente me dedica una pequeña sonrisa mientras me acerca a su rostro dándome un beso en mi mejilla.

¡No me toques! A quién le dijiste gorda, anciana decrépita.

Regina suelta una risita y me saca de la habitación sosteniendo mi cabeza con su antebrazo. — Tú papá viene en camino, no debes asustarte con su cara de pocos amigos.

Ahora resulta que el villano es mi papá ¿Qué falta ahora? Observo mi pequeña mano donde tengo una pulsera pequeña de oro con mi primer nombre.

— ¿Te gusta? Tu padre te la obsequió en la mañana antes de irse a la central, te iba a llevar con él pero no puedes salir todavía ya que te puede hacer daño. — Toma asiento en el sillón acercándose para aspirar mi aroma.

¿Así es como se siente? Perdonenme bebés, no sabia que era así de incomodo que te anden olfateando o besándote a cada rato las mejillas.

¡Abuela! — Trato de ver quien habla y Regina me voltea hacia la puerta permitiendome ver a un hombre de ojos grises y cabello negro.

¿Ese rico es mi papá? Espera eso sonó raro, es apuesto pero no debo pensar así ya que es mi papá. Que pervertida me siento.

Muy bien. Ya llegaste ahora toma a tu hija en brazos. — Me pone en los brazos de quien es mi papá quien me toma con cuidado sin quitarme la mirada de encima.

Escucho la puerta principal y parece que Regina me dejó con este mastodonte.

Soy bonita. Eso es, mirame bien y comienza a darme elogios que merezco por nacer con una buena apariencia.

Pareces una albóndiga. — Me repasa.

Intento apretar mi puño con toda mi fuerza y golpearlo pero solo logro mover un poco mi mano captando su atención.

— Tienes las manos demasiado pequeñas y débiles. — Acerca su dedo a mi mano y lo tomo con fuerza para romperlo.

Su sonrisa se hace presente y me besa la frente haciendo que cierro los ojos por su barba rasposa. — Afeita eso. Me dañas mi piel tan delicada. — Intento hablar pero mi boca solo emite un sonido vago que lo hace mirarme sintiendo como me apega a su pecho dando ligeros golpes en mi espalda.

— Es hora de que duermas. — Ordena.

¡No voy a dormir! Me niego a cumplir tus ordenes de tirano. ¿Quién llama a su propia hija, albóndiga! 

Sus golpecitos en mi espalda se sienten reconfortantes, mis ojos pesan y solo puedo cerrar los ojos disfrutando del calor que desprende junto a la comodidad que me proporcionan sus brazos.

Me separa de su pecho para sostenerme frente a él de forma firme pero suave haciéndome verlo a los ojos aún adormilada. — Tu nombre es Ameera Saeeda Morgan. — Habla en mi oído de forma delicada.

Ameera Saeeda. No es un mal nombre, me queda con el apellido. Me gusta mucho.

Caminamos o más bien camina y me lleva a la habitación cuando siento la suavidad de la cama y solo me muevo un poco dejándome llevar por la comodidad y el sueño.

— Ahora que lo pienso no te he escuchado llorar — Me despierta cuando junta su nariz con la mía moviendola hacia los lados dándome un besito de esquimal. — Llora.

No quiero. Llora tú. A mi me da vergüenza llorar frente a las personas.

— Llora — Vuelve a ordenar y lo observo con aburrimiento haciendo que bufe — Tú debes al menos mostrar otra reacción además de seriedad. — Me reprocha y después pega su mejilla a mi frente haciéndome quejarme por su cercanía.

¡Aléjate, me estas incomodado! ¿No sabes lo que es el espacio personal?

Me intento mover pero solo veo mis pequeños dedos los cuales se llevan toda mi atención. ¿Y si lo pruebo? Los bebés siempre veo que los tienen en la boca.

Lo acerco a mi boca pero Christopher me detiene ocasionando que le de mi toda mi atención intentando intimidarlo.

— ¿Qué es esa mirada? Te rompiste o que carajos. — Se burla — ¿Quieres tu mano de vuelta? Entonces llora y te la regreso. — Se burla.

¡Juro que no voy a dejarte dormir en toda la noche, maldito loco! Cuando me cambies el pañal voy a hacerte encima. ¡Dame mi mano!

Un bostezo me gana y cierro un poco los ojos cuando el cansancio me va ganando pero los trato de mantener abiertos para darle pelea.

— Es hora de dormir Svetlana. — Habla en mi oído dándome un beso en mi frente y es cuando me vence el sueño.

 — Habla en mi oído dándome un beso en mi frente y es cuando me vence el sueño

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Svetlana/Svitlana: Estrella.

Soy una...¡¿Bebé?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora