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— Es tarde

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— Es tarde. Muy muy tarde. — Corro por las calles cuidando el no caerme por la lluvia.

Me tomó por sorpresa saliendo tarde de mi trabajo en la cafetería por suerte estaba a unas calles de mi edificio, miro la hora como puedo en mi reloj barato que porto en mi muñeca derecha.

11:50 PM

Sigo corriendo cubriéndome como puedo con mi sombrilla, las risas masculinas en un callejón me hacen acelerar hasta que escucho a una chica gritar.

— ¡Aléjate de mí! — Me escondo tras el muro con mi corazón a mil. Aprieto los labios por no tener siquiera un teléfono para llamar a la policía.

Me fijo del otro lado de la calle que luce vacia y sin callejones, me pienso unos minutos para cruzar la calle dejando que el destino haga su trabajo.

— ¡No te muevas, maldita perra! ¡Abre esas piernas de mustia! — Grita nuevamente el hombre.

Me alejo del callejón y aprieto mis labios junto a mi puño lista para cruzar, mi pecho se oprime y las ganas de vomitar vienen pues me estoy a punto de convertir en otra de esas personas que no hacen lo mínimo por ayudar.

No soy fuerte, no tengo dinero ni para darles para que se vallan, no tengo teléfono por la razón anterior y apenas puedo pagarme un piso con un portero como seguridad. ¿Qué puedo hacer yo? Solo adaptarme a la situación e irme antes de que yo también termine violada.

— ¡AYÚDENME, POR FAVOR! — Su grito sale desafinado y comienzo a cruzar la calle. — POR FAVOR, TE LO SUPLICO, SOLO TENGO CATORCE.

No tengo idea como lo hice, golpeo con mi sombrilla completamente cerrada al bastardo del callejón, la chica corre diciendo algo de ayuda pero juraría que vi como me dio una sonrisa.

En ese momento no comprendí absolutamente nada, no entendí que era lo que sucedía o más bien estaba por suceder. Pero si sabía una cosa.

Fueron tres.

Mira nada más. Una nueva mariposa pisando estos prados. — Retrocedo con la adrenalina bajando, choco contra un pecho bastante grande y niego cuando soy consciente de la lluvia.

— No...no... pronto. Pronto va a llegar la policía, ya les llame. — Me apresuro y sus manos en mi cintura me hacen saltar del susto.

— No estés tan asustada conejito. Una mocosa fácil de manipular con mis manos, un cuerpo débil y dulce como el tuyo es realmente tentador.

Sus palabras se tatuan en mi alma y mi garganta se cierra, los gritos comienzan, las lágrimas se mezclan con la lluvia. Miro a la nada mientras siento como me profanan.

Soy una...¡¿Bebé?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora