Mi alma

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Los rayos del sol matutino tocaron mis ojos en un contacto directo y molesto que no hizo más que molestar mi tan satisfactoria paz de dormir.

Desperte como nunca antes... Estaba cansado, si cansado al despertar de dormir. Y eso que desperté a las doce y veinticuatro.

Las energías que mi cuerpo tenía habían sido consumidas totalmente el día anterior, y ahora eran tan solo miserables reciduos de lo que hace veinticuatro horas atrás eran. Kim era la responsable de que hoy me sintiera tan pesado.

Tanta información, probabilidades, conceptos, películas y citas textuales sobre el romance sobrecargaron mis neuronas como si nada. Pero Admito que Kim me instruyó muy bién sobre esto de ser romantico, aunque ninguno contaba con prever este tipo consecuencias.

Pero almenos ahora tengo la certeza de poder conquistar a Dylan sin mayor problemas más que el tiempo. Pues no siempre el lobo estaría disponible para salir conmigo, tiene su trabajo, responsabilidades y una vida personal que atender a diario.

No era costumbre mía despertar con el cuerpo tan pesado como una roca, pero haber hecho trabajar mi cabeza era mucho más complicado que hacer ejercicio sin parar.

Y es que, lo reconozco. Soy lento para entender las cosas, sobre todo las más complicadas como el amor y el romance. O sentimientos en general.

Así que,  con pesadez y pereza me levante de la comodidad de mi suave cama he hice lo que debo de hacer durante las mañanas. Hacia un poco de calor, asique no me moleste en colocarme alguna prenda, así que me mantuve como había dormido. Desnudo. Cosa que no me molesta en absoluto.

Después de todo, estaba en mi departamento y nadie podría verme así.

Continué con mis labores diarias después de hacer la cama. Pero antes debia tomar una ducha, luego cepillar mis colmillos para después desayunar una deliciosa quesadilla preparada por mí, mientras planeo los deberes del día.

"creo que hoy toca entrenamiento...sí, hoy toca entrenar" —me recordé mentalmente a mi mismo mientras saboreaba mi desayuno en paz, pero también cansado.

Luego de terminar me vestí con ropa deportiva cómoda para poder salir a trotar de camino al gimnasio como un calentamiento, pues eran como quince cuadras hasta llegar al lugar.

Esa era la rutina de todos los sábados. Despues de alistarme salí de casa y tomé una gran bocanada de aire fresco para después comenzar con el largo camino de trote que me esperaba hasta llegar a mi destino.

Calle tras calle troté sin cesar hasta estar en frente de las puertas de cristal del lugar donde mantenía mi cuerpo en forma, del cual ya me he vuelto un cliente permanente y fiel. El sitio era un edificio de tres pisos, en el primero de todos se encontraba la recepción, en el segundo el equipamiento y maquinaria necesaria para los entrenamientos que incluyen las duchas y vestidores, y el último piso era un sitio de relajación junto a la asistencia médica en caso de lesiones.

Pero por supuesto, el coste del registro y la cuota no eran nada barato.

Entre en el lugar y como cada día en los que me presentaba a entrenar debería entrar, saludar rapidamente a la recepcionista y al final entrenar hasta volver a salir. Pero hoy era día de pago. Asique debía quedarme en recepción para hacer el pago...cosa que odio. Pues pagar, significa tener que lidiar con...

— Patricia —saludé mostrando un rostro serio a la perra frente a mi, pues no me agrada la mujer detrás del mostrador, siempre que podía la mujer intentaba ligar conmigo sabiendo bién que no siento ni una pizca de atracción por ella.

¡Lo daria todo por ti!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora