4· Nubes en el balcón.

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Eres para mí by Julieta Venegas

Tus ojos mirándome, la calle que canta su canto de diario, el mundo moviéndose
Y yo sé que tienes miedo y no es un buen momento para ti y para esto que nos viene sucediendo.

...Pero eres para mí
Me lo ha dicho el viento, eres para mí
Lo oigo todo el tiempo, eres para mí

Pero eres para míMe lo ha dicho el viento, eres para míLo oigo todo el tiempo, eres para mí

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Mi tipo, justo mi tipo.

Piper y Leah no entendían muy bien a Evangeline pues no se identificaban con ella en lo que llamabamos “gustos”.

Lo cierto es que Palmer había pasado un año entero rechazando los acercamientos e invitaciones de Tristan Austin, un socio inversor de la empresa de casi cuarenta años fenomenalmente llevados, prodigio y reconocido en el mercado, desde hace poco divorciado y también desde hace poco el soltero más codiciado ahí. Él era un hombre bastante galán y decía exactamente lo que cualquiera desearía que le digan, cuando él hablaba todos lo escuchaban, sin embargo Evangeline Palmer desde que lo vió frunció los labios y se hizo la que no notaba lo insistente que era Tristan con llevarla a cenar o a beber un café.

La respuesta era bastante simple pero no lo lograban aceptar; él no era su tipo, ni de cerca.

Cualquiera pensaría que una mujer como Eva bien posicionada, con carácter como para matar a un hombre a diario y así de hermosa querría un compañero igual de imponente, de presencia pesada y actitud que resaltara... pero no le gustaban así.

Le gustaban tímidos, le gustaban altos pero no tan grandes o musculosos y le gustaba que se arreglen pero con su propio estilo, no como todos los demás hombres, no le importaba el dinero porque ella tenía su propio bolsillo, le gustaba alguien reservado que se abriera con pocos para sentirse especial. También le gustaban los que hacían las cosas sin anunciarlo al mundo por ego, que tenían sus victorias secretas y no encontraban placer en presumir nada.

Si entendieran esto podrían entender por qué le gustaba tanto Harry y por qué no le gustaba nada Tristan, porque Styles era su tipo y el otro se le hacía un payaso de palabras demasiado convenientes.

—Buen día, Eva—dice el susodicho castaño que por suerte no estaba masticando comida cuando la mujer entró a la sala de descanso.

Con este día, Palmer confirmaba que el horario designado del almuerzo de Harry era a las una y quince de la tarde, entonces ella decide que esa también sería su hora de almuerzo de aquí en adelante.

—Buen día, Harry—sonríe con la timidez a flor de piel mientras trata de no mirarlo y enfocarse en calentar su pasta en el microondas.

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