Spine Breaker ☾ JJK+PJM

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Jimin se despertó a las seis de la mañana ese martes.

Ya llevaba más de una semana trabajando en la casa y las cosas iban mejor de lo que nunca creyó que irían. Mina no discutía con él tan a menudo, Junghyun era un amor de chico que le ayudaba a lavar los trastes, los gemelos hacían destrozos una vez al día y en cuanto a Jungkook, no había vuelto a verlo desde ese día por la noche.

¿Lo único malo? Todos los días, desde que Nari había visto Coraline, dormía preocupadamente poco en las noches. La más pequeña se rehusaba a dejar su cuarto por temor a encontrar en medio de la noche a los ratones malvados que la guiarían a la pequeña puerta. Se quedó durmiendo a su lado con la excusa de que al menos si desaparecía él estaría enterado de ello, pero lo que la pequeña no sabía era que Jimin la dejaba en su habitación después de asegurarse de que estuviera en su más profundo sueño.

¿Lo único bueno de eso? No había recibido otro golpe después del primero.

Antes de levantarse, se estiró perezosamente, sintiendo como sus músculos se distendían desde el cuello hasta la punta de los pies. Bostezó ruidosamente y se dirigió al baño de su cuarto. Entró como si fuera una habitación de su propia casa y se despojó de su pijama antes de entrar a la lujosa regadera. Miró cada centímetro de su cuerpo, cada mordisco y moretón, en especial los que estaban marcados en sus caderas, y luego de examinarse entró al agua.

Dejó que cada gota que salía de la ducha despertara sus músculos, en especial lo de sus muslos. Había sido un fin de semana agotador, y aún luego de tres días seguía sintiendo el peso de Rowoon sobre su cuerpo.

Al salir, se aplicó una crema corporal de duraznos que usaba desde hace años y cremas diurnas que aplicaba meticulosamente en su rostro. Exfolió sus labios y los humedeció con un bálsamo de cereza que siempre llevaba en su mochila. Por último, masajeó sus pies con una crema especial que garantizaba que no tuviera malos olores durante el día. 

Una vez que terminó, echó un último vistazo a su habitación. La cama estaba perfectamente hecha, un hábito que mantenía desde siempre. Cerró la puerta de su habitación y llegó a la cocina, sintiéndose listo por otro día de trabajo. Sacó del frigorífico el último plátano que había y se lo comió a mordiscos, no tenía tiempo de prepararse un desayuno más contundente, al menos no en ese momento. Mientras se devoraba la fruta pensó en como Nari había empezado a depender de su presencia en tan poco tiempo. No era raro que causara ese efecto en los niños, pero si lo era que sucediera tan rápido. Generalmente, esa clase de apego se generaba en semanas, no en un par de días.

Negó con diversión, una pequeña sonrisa asomando de su labios, y se dispuso a preparar el desayuno para la familia.

Habían pasado treinta minutos desde que se levantó y debía preparar el desayuno para ocho personas, si contaba al hijo mayor que hasta el momento seguía ausente. Estaba más que atrasado considerando que Soyeon y Dongwoo estaban a veinte minutos de despertar.

Sacó un sartén, unos huevos y preparó unos estrellados que sabía irían estupendamente con las tostadas que estaban en la maquina. Dejó la mantequilla sobre la mesa y preparó con rapidez unos trozos de carne que había dejado picados hace dos días.

Colocó la mesa, las tazas de los menores, los mug de los más grandes y las botellas de los señores Jeon. Luego de un par de días se había acostumbrado a sus comidas y rutinas; los dueños de la casa siempre preferían batidos para tomar de camino a la oficina, los pequeños tomaban chocolate caliente con leche y los mayores simplemente se preparaban lo que quisieran. Al menos eso pasaba con Mina y Junghyun, porque la rutina de Jungkook continuaba siendo un misterio para Jimin. El pelinegro no había bajado en ningún momento el día de ayer, en ninguna comida, ni siquiera en el desayuno, al menos no que el supiera, y Jimin tampoco planeaba subir a recordarle sus comidas.