01

32 5 5
                                    

                                          † En algún lugar lleno de mucho caos y maldad andante. En algún lugar dónde por doquier existe el mal en carne y hueso. En algún lugar dónde el dolor es más grande que la felicidad.

                                              -Vagos pensamientos; 17 años.

Como todas las tardes al regresar del instituto, el autobús siempre venía en condiciones no tan agradables. Las personas apretujaban mi pequeño cuerpo y, debo ser sincera, a duras penas mido uno cincuenta y tres, no me ayuda mucho mi estatura como para que me sostuviera bien de las barandas.

En parte le daba la culpa al director por sacarnos tan tarde y qué por eso me tocará viajar con un puñados de personas que ya no cabían en el autobús, entre ellos, yo.

Algo que realmente odiaba era que las personas por buscar la salida, «bendita salida» me pasarán llevando, ¿debería agradecer a mi escasa estatura por permitirme tan glorioso privilegio? Si es así, ¡Gracias, uno cincuenta y tres!

Pero lo que más me resultaba pesado era que, por mi diminuta estatura las personas llamadas “gigantes” me pasarán llevando y con eso, volteando mis lentes. Aaaah, si, uso lentes, que puedo decir, soy una ciega bonita.

¡Baaaah! ¡Huele a egocentrismo!

Sin embargo, quien diría que gracias a el autobús, así todo lleno, personas ap
lastando ha otras personas, lo conocería a él.

Justamente ese día, como otros más, el autobús venía a rebasar— algo ya muy común, para ser sincera—, como pude me sostuve, mientras rogaba porque llegará ya a la parada donde me quedaría yo. No obstante, mientras el autobús seguía en ruta, alguien venía parado frente a mis narices, y digo narices, porque en verdad en las narices me quedaba su pecho. ¿Por qué no me había fijado en él?

«¿Tal vez por qué solo te pones a renegar por el autobús lleno y por qué no lograste un asiento?»

¡Gracias conciencia!

Pueda ser, solo pueda ser que por eso. Pero, es que, ¡wooow! En serio, él no estaba para nada mal. Era apuesto, atractivo, era guapo.

Vamos, tengo diecisiete, ¿qué chica a sus diecisiete no va a detectar a un chico realmente guapo y atractivo?

¡El ojo crítico!

Pero, no se emocionen, suena tan cliché, pero realmente el nerviosismo se apoderó de mi, ¿por qué justamente en este momento?

Creo que hubiese preferido no haberme fijado en su grandioso rostro, a haberlo hecho y ahora estarme cagando de los nervios.

Lo tenía tan cerca que podía sentir su colonia, ¡olía muy bien!
Una aroma agradable, realmente. Si levantaba el rostro, me topaba con la mirada de él sobre mí, no se si lo hacia porque se venía burlando de mí aspecto raro o por las muecas que venía haciendo con mi cara por el momento incómodo y, claro, porsupuesto que mis nervios no ayudaban para nada, hasta por poco me caigo en un frenon. Claro que para los ”gigantes” era una bendición alcanzar a sostenerse con mucha, pero mucha facilidad. Y él no era la excepción, tanto, que creo que se burló de mí.

¡Grandioso!

Pero no le preste tanta atención...

¿En serio? ¿Yo? ¿No prestarle atención a qué un chico guapo en el autobús casi me vea caerme por no alcanzar a sostenerme bien? Ojalá fuese cierto, pero la verdad me cagué de la vergüenza, por lo que posiblemente ponía más caras feas.

«¡Bien hecho!»

Lo más probable era que, nunca más lo volviera a ver, ¡Baaah! ¿De qué preocuparse?

Ni lo vería de nuevo.

¿Qué probabilidades existen de qué te vuelvas a topar con la misma persona en el autobús?

Son muy nulas, ¿verdad?

Yo si lo creí, hasta que no obtuve eso como respuesta...

Hasta que verlo en el autobús, se volvió una costumbre...

Y con ello, mis dudas. ¿Será un humano cualquiera o un ser de otro mundo?

El chico del autobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora