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                                           † No puedes tratar de ser valiente en cuestión de días, cuando has sufrido toda una vida.

   
                                  -Hoy somos constelaciones; 18 años.


No era un día en especial, ni siquiera era un buen día. Sólo un día más y uno menos. Respiré profundo más de tres veces, estrujé las sábanas contra mi cuerpo, no quería salir de la cama.

Habían días que no quería hacer nada. Sólo desaparecer. Hoy era uno de esos días en los que sabía que sería tormentoso y agotador, no quería salir de la cama, no quería ir al instituto. No tenía ánimos ni ganas de nada.

Nunca, jamás había comprendido mi estúpido humor que cambiaba tan repentinamente. Mi hermana solía decirme que era tan bipolar, que no sabía en qué momento estaba feliz y en qué momento ya no.

Quise llorar, quise gritar, ¿cómo le podía explicar a mamá que no quería ir al instituto? ¿Cómo diablos?

Obligué a mi cuerpo a ponerse en pie, de mala gana quité mi pijama y me duche de prisa. En las mañanas me motivaba en ocasiones maquillarme y sentirme linda. Pero ahora ni eso encontré satisfactorio. Odiaba sentirme así, odiaba sentirme nada.

Porque mis cambios de humor variaban tan repentinamente que ahora podía estarme comiendo el mundo y a la media hora acabar con mi pequeña felicidad y con mi pobre vida.

Quizá si... No, no volvería a hacer eso. No otra vez.

—¡Vaya cara esa, Kelly!

El tono de voz de mi amigo Marc me sorprendió sacándome de mis atormentados pensamientos.
A veces odiaba incluso a la humanidad, estorbaban mi tranquilidad.

—No dormí bien, Marc. Es eso.

—Tú nunca duermes bien.—chistó, le dí una mirada de vete a la mierda.

—¿Aún no llegan Jeimmy y Ally?—tiré mi mochila en el piso para sentarme en mi mobiliario.

—Nop, aún no—asentí y recosté mi cabeza sobre mi mano—. ¿Hiciste la tarea de matemáticas?

Fruncí el ceño, ¿había una tarea?

—¿Qué tarea?

—¡Mierda, niña! ¡Te olvidaste de la tarea!

Si que estaba mal.

—No recordaba ninguna tarea de matemáticas.—me encogí de hombros.

—Y cómo no, si te dormiste en la clase de ayer.

«¡Eres un desorden!»

—Ya qué importa.

—Saliste mal en el período anterior, deberías ponerte atenta con estas actividades para que te repongas.

—Lo haré, no te preocupes.

Era verdad, había dejado una materia, una estúpida materia tan básica, no entendía. Parecía que estaba regresando a mi yo de 14 años cuando no le importaba nada más que sólo acabar con el dolor.

No quería volver a eso. No podía volver a hundirme en ese mundo de nuevo. Me había costado mucho esfuerzo para estar donde estoy, aunque no sea un punto de felicidad en el que me encuentre.

La campana sonó y el resto de persona entraron al salón, incluyendo al profesor de inglés.

—Buenos días chicos, saquen su libro y ubiquen la página 43, vamos a trabajar en equipo.

¡Mierda!

—¿Quieres trabajar conmigo, Marc?—giré mi cuerpo para ver a mi amigo.

—¡Por supuesto!—guiñó el ojo sonriendo.

Regresé a mi puesto viendo entrar a Ally.

—Hola cariño.

—Hola, ¡te agarró la tarde, eh!—se sentó en su lugar, al lado mío. Sonrió.

—Me desperté tarde—moví la cabeza negando—. Jeimmy dijo que no vendría.

—Está bien.

El profesor empezó a dar indicaciones de qué haríamos, no presté atención porque sólo escuchaba murmullos. Tomé el lapicero azul de mi estuche, empezando a marcar la página de mi cuaderno en rayas sin sentido.

«Bla, bla, bla. ¡Aburrido!»

—Kelly, ¿qué fue lo que dije que iban a hacer?—bufé dejando el lapicero sobre el cuaderno manchado.

—No lo escuché profe.

—Presté atención para la próxima, señorita Miller.

Asentí y volví a tomar mi actividad reciente, seguir manchando la hoja del cuaderno.

***

Para cuando acabaron las clases lo único que quería era llegar a mi casa y dormir. Salimos del instituto rumbo a la parada de autobuses junto a Ally.

—En este autobús me voy, Ally.

—Sí, yo también iré a buscar el uber.—tomé mi mochila y ella hizo la misma acción.

—Ten cuidado, nos vemos mañana.—besé su mejilla despidiéndome.

—Chao, cariño. Tienes cuidado también.

Cuando pise la grada del autobús busqué con la mirada alguna señal, pero no la encontré por ningún rincón.

Él no estaba en el autobús otra vez. Había desaparecido. Y volví a sentir ese sentimiento, me volví a sentir sola en el mundo y vacía. Me sentí olvidada, sin importancia, esto iba de mal en peor cada vez.

Tenía bajones cada vez más seguido, mis cambios de humor era constantes, parecía más aburrida y triste cada día, ya no era la misma Kelly. O sólo ya no podía seguir manteniendo a la Kelly superficial que veían las personas a diario. La realidad me estaba alcanzando y cazando, reclamando mi alma como presa de las consecuencias.

El chico del autobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora