Hola-hola, primero antes que nada quisiera disculparme por no haber actualizado el sábado pasado, pero estaba a finales y no pude actualizar nada, mi inspiración no anda muy bien estos días, así que espero el siguiente capítulo les guste. Sin más que decir, me despido.
XOXO
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El ritmo dentro del hospital era extrañamente lento, quisiera poder decir que la tierra ha dejado de moverse, sin embargo las noches siguen llegando.
Es mi tercer día aquí, y como siempre, tan pronto el reloj marca las ocho de la noche las enfermeras y guardias comienzan a tomar pacientes de los brazos y llevándolos a sus habitaciones, mismas enfermeras mismos pacientes, en mi caso, solo un guardia me acompaña, no me toca, solo me escolta y al llegar a mi habitación veo a Diana, esta acostada y una enferma le inyecta algo en su brazo, la miro con sospecha.
-Analgésicos-responde como si le hubiese preguntado.
- El dolor no se detiene- susurra Diana mirando fijamente a la aguja en su piel, no hace muecas no cada, solo la mira impasible.
-Acuéstate-ordena el guardia tras de mí, por un momento había olvidado seguía allí, sin embargo obedezco lo que dice y quito mis tenis blancos y me recuesto en la cama sin dejar de mirar a Diana y a la enfermera, mientras él se va de la habitación dejándome sola.
Cierro mis ojos y vuelvo a abrirlos mirando a la enfermera, algo en ella me hace no poder dejar de mirarla, la manera en que sus hombros curvos se tensan, como si estuviese alerta, como si fuese a ser atacada en cualquier momento, y sin embargo solo estamos nosotras tres y el guardia que aún cuando se ha ido algo me dice que está fuera de la puerta pendiente si algo pasa.
Tras cinco minutos más, la enfermera guarda sus cosas procurando no dejar ni la más mínima cosa, y después de mirar detenidamente si Diana duerme, me mira a mí y allí mientras sus ojos se posan en mi, puedo jurar cambian de color. Sin embargo al parpadear sus ojos son normales y sin chiste.
-¿Pasa algo? -pregunta mirándome preocupada.
Guardo silencio, y cierro mis ojos, no ha sido nada, me digo a mi misma y me obligo a dormir.
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A la mañana siguiente, me despierto antes incluso que mi compañera de mi habitación, pongo mis pies descalzos en el suelo y salgo a la sala del día anterior, que a diferencia del día anterior está vacía sin contar a las enfermeras y guardias que me siguen con la mirada hasta que me siento en el sillón del día anterior.
-Ese es mi sillón-susurra una voz grave tras de mí.
-¿Qué? -Pregunto volteando hacía donde ha surgido la voz, y allí está un chico de tez tan pálida como el blanco de toda la sala, su cabello negro azabache le cubre la frente y parte de los ojos del mismo color y tan grandes que son como dos hoyos negros succionando todo en el espacio.
-ese es mi lugar, muévete- gruñe haciendo una mueca de enojo con sus labios rojos carmesí, parece un fantasma gruñón, me deslizo fuera del sillón sin dejar de mirarlo.
-Perdón-susurro, y no sé porque lo hago, simplemente sé de alguna manera debo hacerlo, su presencia me eclipsa, me hace querer pedir perdón por mi existencia tan banal.
-Deja de mirarme-susurra sacando un libro que a sujetado con el elástico de su pantalón blanco dejando ver su piel pálida y casi traslucida, mientras se dispone a hojearlo.
-No te estoy mirando, es solo que...
En ese momento el doctor Manuel abre la puerta y nos mira. -Me alegra ver el día de hoy estás más platicadora- Dice con esa voz tan seria y sin atisbos de nada que demuestren si es broma o alguna otra cosa.
-¿Así que el también te tiene en la mira?-me pregunta el chico cerrando su libro y mirando a Manuel entrar a la puerta donde días antes se llevaron al chico gritón, no a Ian.
-El me trajo aquí-respondo amargamente.
-Igual a mi-sonríe dejando ver sus dientes bien alineados- ahora que lo veo no pareces loca.
-Es porque no lo estoy-respondo mirando el sillón, el mismo en el que me he sentado desde que llegué aquí.-ese no es tu sillón, he estado sentándome allí desde que llegué.
-¿Ah sí? y ¿cuando fue eso?
-Hace cuatro días.
-Ya veo-dice recargando su barbilla en su mano- verás te explicaré, hace cuatro días golpee a un chico aquí dentro por sentarse aquí mismo, en mi lugar, me han llevado a la habitación, y hoy me han soltado, cuando tu te sentaste no había nadie ¿Verdad? es porque este lugar es mío.
-Un lugar no puede ser tuyo, este lugar es de todos. Además, no creo seas de los que les pegan a mujeres.-respondo cruzándome de brazos.
-Lo es cuando has estado aquí desde que abrieron este maldito lugar. Así que yo no probaría mi suerte si fuera tu.
-¿Estás diciendo me golpearías?
-Estoy diciendo que si es mi lugar, no me importaría volver a la habitación, de todas formas aquí es muy ruidoso.
Entonces, en sus ojos puedo ver que habla en serio, así que lo dejo estar y me marcho a un sillón lejos de él. Sin embargo en un lugar donde me garantice verlo, su manera de ser me atrae, tan tajante, es como un chapuzón en agua fresca dentro de todo este mar de lodo.
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¡Hasta el siguiente capítulo!
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My suicide.
Teen FictionAlguna vez te has preguntado ¿Cómo sería si no existieras? Yo sí, me lo he preguntado a diario, todos los días de mi vida, desde que tenía doce, todo comenzó cuando a los nueve años intenté suicidarme. Sí, nueve años de edad y ya había atentado cont...