Un pie en la puerta

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¡Hola de nuevo querido lector, henos aquí otra vez, agradeciendo de antemano te tomes la molestia de leer, y todos aquellos que votaron y comentaron y leyeron y... (ok, demasiada y) pero bueno, continuando, ¡muchas gracias! Espero se queden conmigo hasta el final, sin más que decir ¡nos vemos el próximo capítulo!


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Cuando la escuela termina regreso a casa, el mismo camino, el mismo tiempo, el mismo lugar. Nada cambia, el pasto siempre cortado, el perro que ladra, el silencio en las casas y los carros pasando a un lado mío. Nada cambia todo es constante excepto mi miseria, cada ladrido es una decima más a mi favor. Vivo monótonamente, cada día de mi vida.


-¿Dana? -llama mi madre desde la sala, su voz es diferente algo nerviosa, dejo mi mochila en el perchero, lista para tomarla mañana y me dirijo a la sala, un hombre de mediana edad acompaña a mis padres que se sientan frente a él, mi padre tomando las manos de mi madre quien se levanta al verme.


La miro fijamente y espero vuelva a hablar, siempre es así, mi silencio contra su letanía.


-Este es el doctor Manuel, ha venido a verte. -susurra mientras el hombre de mediana edad se levanta y me tiende la mano, la tomo sin ganas y me quedó mirando como toma mi mano, la fuerza de su saludo me desubica, es diferente a la mano de mi padre, levanto la mirada y allí está él.


-Hola, Dana me han dicho tienes problemas. -Dice con voz profunda y sin miedo, es refrescante, no teme decir que tengo problemas, sin embargo no contesto, deslizo mi mano fuera y lo miro fijamente por bastante tiempo, tal vez cinco minutos, el no vacila, mucho menos yo, nada más se oye, excepto las respiraciones nerviosas de mis padres, no hacen nada, solo observan, la loca contra su doctor.


-Deberá perdonarla-corre mi madre con voz chillona sin poder soportar más la tensión del momento, al tener una hija tan poco social.


-No importa, es interesante. -dice volviendo a su asiento.


¿Interesante? Jamás me han llamado así, ¿Por qué me llama así? noto que estoy molesta, doy media vuelta sobre mis talones y entonces oigo que me llama, su voz autoritaria llena todo el salón.


-¿Dana? Tu madre te ha hablado, y por tanto si no hablarás espera hasta que te diga puedes irte. -Dice como si de mi padre se tratase, me paro en seco y volteo la cabeza mirándole a los ojos, una vez que tengo su mirada bien fija en la mía. sonrío de lado y sigo caminando, nadie me manda le transmito.


Al llegar a mi habitación, un olor diferente al de esta mañana me asalta, mi madre ha estado recogiendo lo veo una vez que miro con detenimiento. Los platos de comida a medio comer, los vasos de refresco ya sin gas y las gasas con sangre seca se han ido. desvío la mirada de mi habitación y me enfoco en la única cosa que me importa; Mi cama.

Me quito los zapatos y me acuesto cerrando los ojos, abandonándome de poco a poco a la sensación de calidez de mi cobertor y el sueño viene poco a poco a mi, cuando alguien toca a mi puerta, sin esperar la respuesta que sabe no vendrá nunca, entra el doctor nuevamente, se recarga en el marco de la misma y antes que mirarme a mi evalúa mi habitación, eso me molesta y hace me levante, un dolor de cabeza se hace presente, entrecierro los ojos y lo miro molesta.


-No hay muertos, ya es algo. -susurra lo suficientemente fuerte para que oiga, y sé que esa es la intención. -Era una broma-aclara levantando las cejas, lo miro sin emoción alguna en mi rostro y después a la puerta. Sigue mi mirada y sonríe. -He venido a decirte lo que ya sabes.


Es mi turno de levantar una ceja.

-Allí está-exclama de repente-ya temía que tuvieras parálisis facial o algo.


Idiota, pienso, otro doctor más, otro doctor con ganas de trabajar, otro doctor que se cansara de mi, otro doctor al cual le aplastaré sus ganas de tratar, cierro los ojos y vuelvo a recostarme sobre mi cama, ya no me importa lo que haga, es solo uno más.


Se aclara la garganta un par de minutos después de que me acuesto, sé que espera abra los ojos pero es algo que no voy a hacer. me doy la vuelta dándole la espalda, esperando se marche, pero el roce de mi silla siendo arrastrada por el suelo, me hace querer voltear, escucho su peso sentarse sobre la silla y espero, después de lo que me parece la eternidad se aclara la garganta y comienza a hablar.


-Eres realmente un hueso duro de roer-dice con voz simple y tranquila. -Pero bueno, estoy aquí, para llevarte a un lugar mejor para ti, tus padres están preocupados, y me han llamado para llevarte a lo que será tu nuevo hogar por seis meses.


Un nuevo hogar, me río en mi mente, un hospital psiquiátrico, creo que los pasos se han acabado y he llegado por mi cuenta a la puerta, suspiro y me acomodo más, si me van a llevar está bien. No importa y me abandono al sueño...


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¡Hasta el siguiente capítulo!

My suicide.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora