Two suicide boys

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Hola-Hola! Yo de nuevo reponiendo los capítulos que debo, aquí la novena continuación espero les guste, y me dejen sus comentarios. 

XOXO~

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Todos al rededor comenzaron a inquietarse e impacientarse, algo en el aire era muy raro, todos miraban por las ventanas en espera de ver a aquellos dos chicos, aún cuando nuestra sala estaba lejos de la entrada, todos miraban y se empujaban.

—¿Por qué tanto barullo por dos chicos suicidas?—Pregunté cruzándome de brazos molesta sin razón, solo sabía estaba muy molesta.

—Porque son gemelos y porque son suicidas—Respondió como si nada aquella voz que solo me había hablado dos veces para pelear conmigo.

—¿De qué manera eso es una respuesta? —Pregunté volteando a mi izquierda donde estaba él, igual que yo, de brazos cruzados y mirando a toda la gente que se arremolinaba en las ventanas de la habitación.

—Me sorprende que en toda tu estadía aquí seas incapaz aún de darte cuenta, a pesar de que Ian se metió en problemas por intentar decirte—Dijo avanzando hacia el sillón frente a mí y recargándose en el brazo de este.

—¿Qué? —Pregunté sintiendo un aire frío recorriendo mi espalda hasta mis brazos. Los froté distraídamente mirando fijamente a los ojos del chico frente a mí, su sonrisa burlona me enseñó su dentadura perfecta hasta sus pequeños colmillos sobresaliendo de ella, entre sus labios color carmesí.

Suspiro y volvió la mirada a la ventana mirándome de reojo —Si que eres estúpida ¿eh?

Estaba a punto de defenderme cuando sus hombros se tensaron y se paró volteando un poco a la puerta por donde yo había entrado hace casi tres semanas y suspiró fastidiado. Miré en la misma dirección y un par de segundos después el doctor Manuel entró, en sus manos llevaba una carpeta abierta con varios papeles dentro, tras de él dos chicos de unos veinte años entraron, eran idénticos, mismo peinado, mismo tono de piel bronceado, hombros anchos, de mandíbula cuadrada y nariz recta, unos labios un poco gruesos sonreían a la habitación llena de gente enferma, y sus ojos mirando por todo el lugar, a esa distancia me fue imposible distinguir el color de sus ojos, pero eran grandes y de cejas pobladas, alguien con aquella cara no debería tener motivos para suicidarse, pensé, eran atractivos, sin duda.

Usualmente solía pensar que personas atractivas y hermosas, no tenían problemas, en mi escuela veía a las chicas delgadas y de largas melenas contonearse por los pasillos como si fueran dueñas de ellos, solía pensar que aquellas personas lo tenían todo. Sin embargo con el tiempo me di cuenta que entre más cosas tenían más miserables eran, me di cuenta que aunque tuviesen todo no tenían nada.

—Supongo ya no hay respeto—susurró el chico sonriéndome mientras se paraba y se dirigía directamente a la puerta por donde ellos habían entrado parándose justo frente a Manuel que lo miraba fijamente.

—¿Necesitas algo Aydan? —Preguntó el doctor mirando en dirección a donde los ojos de Aydan; como se llamaba el chico, probablemente miraban, justo hacia los nuevos chicos que lo observaban aún con las sonrisas de autosuficiencia en su rostros. Demasiado arrogantes para dos chicos suicidas. —Aydan, ¿Necesitas algo? —Volvió a preguntar Manuel bajando la carpeta e interponiéndose entre los chicos y él.

Algo en aquella situación me pareció incómodo era como si llevaran una conversación de la que nadie estaba al tanto, excepto ellos, aún cuando solo podían escucharse el sonido de respiraciones tranquilas y compasadas como jamás lo estuvieron en aquella habitación con tanta gente loca, que aún en el ambiente más tranquilo gritaban o hacían más ruido que el actual golpe de silencio que había caído al rededor de nosotros, simplemente mirando con tensión un par de suicidas y un loco pálido.

—Aydan, ¿Por qué no vuelves a sentarte? Les presentaré a sus nuevos compañeros—Dijo Manuel tomando del hombro de este mientras los empujaba un poco hacía atrás, y entonces los puños salieron, Aydan había golpeado al doctor directamente en la nariz, tan rápido que de no ser por la sangre que había comenzado a salir, nadie podía haberse dado cuenta, la habitación se llenó de una exhalación de horror y entonces la sangre comenzó a brotar manchando la mitad del rostro del doctor y parte de su bata, nadie se movía, todos miraban con los ojos como platos y llenos de miedo como Manuel dejaba caer la carpeta e intentaba detener su sangrado.

—¡Deténganlo! —pudo gritar este con una voz constipada y ahogada haciéndose para atrás y dejando pasar a los guardias que ya corrían al lugar donde Aydan peleaba con los hermanos que bloqueaban sin titubear cada uno de sus puños, regresando sin fallar los golpes al cuerpo del agresor que retrocedía y se balanceaba por cada uno de ellos, pero no por eso dejaba de continuar agrediendo.

Y entonces el caos se desató, toda la habitación se llenó de gritos y sangre.

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¡¡Hasta el siguiente capítulo!!

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