Anya se despertó con el sonido estridente de su alarma. El sol apenas comenzaba a asomar por la ventana de su dormitorio. Estaba cansada, no solo por la falta de sueño debido a los extraños sueños que había estado teniendo, sino también por la montaña rusa emocional que había experimentado recientemente. Con un suspiro, apagó la alarma y se incorporó lentamente en la cama.
Se quedó mirando la pared durante unos minutos, dejando que sus pensamientos divagaran. Las imágenes de los sueños parecían tan reales, pero al mismo tiempo tan confusas.
¿Por qué sigo soñando con eso?
Finalmente, se levantó y se dirigió al baño para prepararse para el día. Se lavó la cara con agua fría, tratando de despejarse. Luego, se vistió con su uniforme escolar y bajó las escaleras hacia la cocina, donde Bond la estaba esperando, moviendo la cola con entusiasmo.
—Buenos días, Bond,— dijo Anya, sonriéndole al perro mientras le ponía su desayuno en el plato.
Bond ladró suavemente en respuesta, su manera de decir "buenos días". Anya le acarició la cabeza, sintiendo una pequeña chispa de felicidad al ver la lealtad inquebrantable de su mascota. Después de asegurarse de que Bond estaba bien alimentado, Anya se preparó su propio desayuno. Mientras comía, su mente seguía volviendo a los sueños y a la incómoda sensación de tener que enfrentar otro día en la escuela.
La casa estaba más silenciosa de lo habitual. Sus padres, Loid y Yor, estaban fuera en un viaje de negocios que, según ellos, era urgente e importante. Prometieron llamar y mantenerse en contacto, pero habían pasado semanas sin una sola palabra de ellos. Anya intentaba no preocuparse, diciéndose a sí misma que debían estar muy ocupados.
—Seguro están trabajando mucho para que todo salga bien,— se dijo en voz baja, tratando de convencerse.
Bond, como si sintiera su preocupación, se acercó y puso su cabeza en su regazo. Anya le dio una palmadita en la cabeza, agradecida por la compañía del perro.
—Nos vemos luego, Bond. No hagas ningún desastre,— dijo Anya, dándole un beso rápido en la cabeza antes de salir por la puerta.
El silencio en la casa era abrumador. Anya miró alrededor una vez más antes de cerrar la puerta detrás de ella. La ausencia de sus padres pesaba sobre ella, pero sabía que tenía que seguir adelante. El autobús escolar la estaba esperando, y no quería llegar tarde.
El autobús escolar estaba repleto como de costumbre. Anya se sentó cerca de la ventana, observando cómo el paisaje pasaba rápidamente. Sus pensamientos aún estaban nublados por los extraños sueños, pero intentó concentrarse en el día que tenía por delante. Sabía que hoy sería un día complicado; el proyecto de ciencias se anunciaría y las asociaciones siempre eran una caja de sorpresas.
Al llegar al colegio, Anya se unió al flujo de estudiantes que se dirigían a sus respectivas clases. Al entrar al aula, encontró su asiento habitual y se preparó para la clase de ciencias. El profesor, el Sr. Jenkins, estaba de pie junto a la pizarra, sosteniendo una caja con papeles numerados.
—Buenos días, clase,— comenzó el Sr. Jenkins.— Hoy vamos a empezar nuestro proyecto de ciencias. Cada uno de ustedes sacará un número de esta caja, y aquellos con el mismo número serán compañeros de proyecto.
Anya cruzó los dedos, esperando tener suerte con su compañero. El Sr. Jenkins pasó la caja por la clase, y Anya sacó su número. Lo miró nerviosa: el número 3.
—Número 3... Anya Forger y... Alexa Morgan,— anunció el Sr. Jenkins.
Anya sintió un nudo en el estómago. No podía creer su mala suerte. Alexa la miró con una sonrisa condescendiente.
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Juntos a la Aceptación | Anya x Damián
Hayran KurguEn la prestigiosa Academia Edén, dos adolescentes, Damian Desmond y Anya Forger, comparten una historia peculiar que se remonta a su infancia. Desde que eran niños de seis años, su relación ha sido una mezcla de rivalidad, bromas y encuentros fortui...