Capitulo 20

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Coriolanus se había negado a aceptar la cuestión de los impuestos, pero, de
repente, la realidad del desplazamiento de su familia le pasó por encima como si lo hubiera atropellado un camión. ¿Cómo se iba a despedir del único hogar que había conocido? ¿De su madre?, ¿de su infancia?, ¿de los dulces recuerdos de su vida anterior a la guerra? Aquellas cuatro paredes no solo habían mantenido a su familia a salvo del mundo, sino que también habían protegido la leyenda de la riqueza de los Snow. Perdería su residencia, su historia y su identidad de un solo golpe.

Tenían seis semanas para conseguir el dinero. Para reunir como fuera el
equivalente al sueldo anual de Tigris. Los primos intentaron calcular lo que
todavía les quedaba para vender, pero ni siquiera desprendiéndose del
último trocito de mueble y todos y cada uno de sus objetos queridos les
llegaría para cubrir más de unos meses, con suerte. Y los recibos seguirían llegando cada mes, como un reloj.

Iban a necesitar lo que ganaran de vender sus pertenencias, por poco que fuera, para pagar un alquiler. Había que evitar a toda costa que los desahuciaran por impago de impuestos; el escarnio público sería demasiado grande, demasiado prolongado. Así que debían mudarse.
Tigris aguantaría la humillación pública de eso, pero la abuelatriz y el no lo harían sería el fin para ellos, y más para la pobre anciana le daría un ataque dejar atrás todos sus recuerdos ella tenía desde los quince años viviendo en ese departamento.

– ¿Qué vamos a hacer? – preguntó Coriolanus.

– Nada hasta que acaben los Juegos del Hambre. Tienes que concentrarte en ellos para poder conseguir ese Premio Plinth o cualquier otro. Yo me ocuparé de esto – respondió Tigris con decisión.

El agarro su mochila y la abrió sacando un sobre blanco que se notaba pesado y se lo entrego a Tigris quien lo miro confundida.

– Servirá por el momento. Luego hablaré con Benjamin sobre los trabajos que tenía mi padre.

–¿Que es esto? ¿Dinero? ¿Cómo diablos lo conseguiste? – Pregunta Tigris abriendo el sobre lleno de dinero hasta que su rostro se puso colorado – Ah.... Es de tus trabajos de medio tiempo.

– ¿Acaso eso importa en estos momentos? Lo importante es hacer que no nos quiten el departamento Tigris necesitamos el dinero. Tómalo –  Insisite Corionalius a su prima.

– Está bien solo por la abuelatriz lo que importa es su bienestar en estos momentos – Accedió Tigris y guardo el sobre en su bolso – Mañana iré a dar un abono, pero aún así falta dinero esto no cubre ni la mitad del primer mes tal parece que los rebeldes causaron más daños de lo que imaginamos y la razón de poner impuestos es para reparar gran parte del Capítolio.

– Necesito pedirte otro favor Tigris.

Tigris solo volteo a ver a su primo abrazando su abrigo.

– Necesitamos que convenzas a la señora Dovecote que no entre a las consultas con Clemensia ella no tiene idea de lo que sucedio esa noche en la Ciudadela con la doctora Gaul y está empeñada en acompañarla. Clemensia trata de convencerla, pero necesita tu ayuda para hacerlo – suplico Corionalius con preocupación – No nos conviene que más gente se entere de lo que pasó.

– ¿Quieren que yo los acompañe a todas las citas? – Pregunta Tigris frunciendo el ceño confundida y Corionalius solo asintió con la cabeza la mayor solo soltó un suspiro cansado – Trataré de hacer mi mayor esfuerzo, pero no prometo nada.

Después de la charla Tigris le preparó una taza de leche  caliente endulzada con sirope de maíz y le acarició la dolorida cabeza hasta que se quedó dormido en la mesa de la cocina.
Tuvo sueños violentos, inquietantes, en los que revivía lo sucedido en el estadio, y al despertarse se encontró con lo de siempre.

Veneno [Corionalius Snow Y Lucy Gray Bair]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora