4. Just friends

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Como era costumbre de todas la mañanas Edgar se levantaba con pereza hacia el baño, echaba un poco de agua en su cara y se cepillaba con más flojera aún, se miró en el espejo por unos segundos odiando la imagen que tenía frente de él, tan desaliñado, con unas marcadas ojeras  adornándole bajo sus oscuros ojos y ni hablar de estos que se asimilaban a los de un asiático por lo entrecerrados que estaban.

Era demasiado temprano para su gusto pero no se habría levantado si no fuese porque era lunes de nuevo y tenía que asistir otra semana más al instituto, bufo con pocas ganas de existir replanteándose una vez más salirse de estudiar, porque pensaba que no lo necesitaba y sólo perdía el tiempo, tiempo que podría aprovechar trabajando, haciéndose de un negocio y prosperando más en la vida a simplemente esperar a terminar una carrera que ni siquiera le aseguraba su futuro.
Es decir, de sólo ver al señor que vendía tacos a dos cuadras de su casa tener mejor vida que él le dejaba en que pensar.

Una vez "arreglado" con lo que era una camisa holgada de color gris simple y unos jogger negro se dirigió hacia la cocina donde su mamá ya le había dejado su desayuno en el microondas, aunque fuese un huraño siempre era muy agradecido con su progenitora, después de todo eran sólo ellos dos tratando de mantener aquella casa y aquella mujer de larga melena negra y piel igual de lechosa que su hijo era de las pocas personas, por no decir que la única, a la que quería de la manera más honesta.
Abrió el microondas encontrándose con lo que era un pan tostado con un huevo frito y aguacate adornándole, claro, también tenía una especie de polvos arriba y una hojita como para hacerlo parecer aún más atractivo, Edgar sonrió levemente ante tal gesto.
Estaba solo y tenia sentimientos después de todo, aunque casi todos lo que lo conocían pensaran que no.

Iba a darle una mordida a aquello que lucía maravilloso cuando sus ojos se desviaron hacia el reloj de pared viendo que faltaba poco para que comenzara la escuela y aún debía caminar unas cuatro cuadras para llegar a la parada de autobuses.
Maldijo por lo bajo, busco un traste donde llevar su desayuno aunque esté se estropeara un poco en su apuro pero realmente necesitaba llegar a tiempo y dejar de tener tantos retardos.

Durante su estancia en el autobús sacó su teléfono, prendió de este y no observó ninguna notificación en la barra, el echo de pensar que tendría alguna le hizo gracia de cierta forma. Entonces colocó un poco de rock pesado para despertarse un poco pero en cambio sonó algo totalmente distinto a eso, era más suave de lo que esperaba, una canción que no escuchaba hace mucho, una que en específico le traía recuerdos y arrugó su ceño pero no la quitó y se adentró a aquel momento.




—Bien, bien, es mi turno. —exclamaba sonriente el chico de mirada grisácea oscura la cual aveces era confundida con púrpura por el reflejo de sus cabellos chocar por su rostro.

Estaban en el auto del menor y al más extrovertido de los dos se le había ocurrido la idea de turnarse para colocar canciones en el estéreo del carro como método para conocerse más, aunque el de cabello azabache era algo predecible con sus gustos oscuros, a Fang le parecía una buena excusa para tener más conversación y a su vez darle "indirectas" en algunas de las canciones que él ponía.

Esta vez comenzó a reproducirse Friends de "Los Retros", el azabache había escuchado superficialmente de aquella banda pero de cierta forma le había parecido atractiva la melodía y esta vez no insultó al contrario, sólo se mantuvo atento a la canción, le impresionó lo mucho que le gustó pero aquello no lo supo su amigo.

—¿Y bien?, ¿es muy buena que no? —volviendo a romper el hielo Fang le dedicó una sonrisa volteando a ver, desde el asiento copiloto, el perfil del azabache.

Nadie como tú. [FangxEdgar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora