18. El adiós

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Los próximos días fueron complicados.

Edgar y Fang peleaban la mayor parte del tiempo, aveces por cosas "insignificantes" y otro par de veces por los chistes pesados que soltaba el azabache en situaciones inesperadas. A ese paso ambos terminarían odiando estar juntos pues aunque se brindaban cariño, mimos y demás, llegaba el punto en que un detonante era suficiente para que el emo estallará y un cansado pelimorado le hiciese segunda.

Hoy era un domingo 23 de diciembre y Fang se hallaba decorando su departamento, había recibido propuestas de ayuda por parte de su rubio amigo Buster, Maisie e incluso del pequeño Gus pero había denegado aquel apoyo de manera amable. Aquella tradición de hacerlo por su cuenta era algo que había quedado marcado por mucho tiempo, una que pensó que no rompería pues ni Edgar siendo, anteriormente su mejor amigo en los años pasados, le había permitido que le ayudase.

Hoy parecia ser la excepción pues aunque tuvieran sus conflictos tanto el pelimorado como el azabache de menor estatura querían estar juntos tanto como fuese posible. Aveces el asiático se preguntaba si habían desarrollado una especie de dependencia excesiva hacia su pareja pero era un tema que no estaba seguro de querer indagar.

—¿Qué opinas de este adorno?

La voz disipó sus pensamientos y dirigió la mirada hacia él y luego a lo que sostenía entre sus manos, era un reno muy 'inusual' según la percepción de Fang.

-Es lindo -formuló una sonrisa corta pero Edgar sospechaba que aquello no lo decía sinceramente y lo miró de mala forma lo cual alarmó al contrario -¿S-sucede algo, corazón..? -Se sentía un estupido por arrastrar las palabras pero apenas empezaba el día y no quería arruinarlo tan pronto.

-¿En serio lo preguntas? -soltó el azabache de manera tosca y rodando los ojos. Acto seguido aventó el adorno al suelo y salió de la sala para ir al comedor.

Fang sólo miraba estupefacto pero después de unos minutos siguió sus pasos.

-Edgar.. ¿pero qué he dicho? -En el tono de su voz la desesperación hacia presencia.

-Me invitas a adornar tu jodido departamento pero ni siquiera tomas en cuenta mis gustos, puta madre, Fang.. ¡Si no te gusta mi forma de decorar pues me largó!

Y manteniendo su palabra salió del lugar, del departamento y está vez Fang sólo se quedó estático, se sentó con aparente calma en una de las sillas de su pequeño comedor y se quedó mirando a la nada, pero instantáneamente le vinieron recuerdos.

Al día siguiente de haber sido dado de alta el pelinegro lo último que quería saber o hablar era sobre medicina, tratamientos y pensar en si habría esperanza de un par de años más de vida. Por lo que Fang pensó que quizá sería un buen momento de mostrarse a la mascota que había adquirido y que en sí era un regalo para su novio.

—Huele bien... ¿cocinaste pero me aseguras que no quemaste la puerta? —Edgar tenía los ojos vendados mientras que el pelimorado tomaba sus manos para guiarlo hacia la entrada de su departamento.

Aquel comentario le hizo soltar una risa sarcástica aunque no se había molestado por ello. Edgar sonrió. Ambos se detuvieron una vez estaban en la sala y con cuidado Fang se acercó para quitarle aquel trapo.
La primera impresión del pelinegro sería lo ordenado que estaba el lugar pero a su vez lo ambientado que se veía por los globos de colores morados y negros sobre el mueble, el piso, por la entrada también noto un cartel de bienvenida y en conclusión aquellos pequeños detalles removieron su corazón que incluso colocó su mano sobre este mientras contenía sus emociones.
Después sus ónix ojos enfocaron a su novio quien le veía con una radiante sonrisa, los ojos entrecerrados y las manos sobre las caderas.

Nadie como tú. [FangxEdgar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora