11. El principe triste

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Lo que restaba de la semana continuó con normalidad, ya era viernes y Edgar había visto muy poco a Fang durante la semana, no porque él no hubiese querido, sino porque este último había faltado a la escuela y al trabajo igual y hoy no era la excepción.

El emo llegó a preocuparse de que un alumno tan impecable como el hubiese faltado más de un día que, con toda la vergüenza del mundo, fue hacia el taller de artes marciales en busca de alguien que pudiera resolverle las dudas.

—¿Vienes a preguntar por Fang? —el chico robusto pero alto de cabello rubio lo miró con una sonrisa y había echo tal interrogante lo suficientemente alto como para que los demás voltearan a ver a ambos chicos.

Aunque ese era su tono usual de voz Edgar entró más en pánico, no le gustaba tener las miradas sobre él y con lo que le había costado ir hasta allá lo menos que quería era más rumores, agitó sus manos al frente y ocultó su cara en la bufanda que traía puesta debido al gélido día.

—Shhh, no grites tanto —le dedicó una mirada seria ocultando sus nervios y habló en un tono más bajo —Si.. tampoco se ha conectado a redes.

Era algo curioso que después de haber salido echo furia del restaurante y de no contestarle las llamadas ni estar en su casa también decidiera faltar a la escuela, Edgar a este punto estaba demasiado preocupado pero no era del tipo que lo demostrara con llanto o yendo a dormir a la puerta de su casa, cosa que quizá Fang haría por el, pues el azabache pensaba que quizá su amigo necesitaba un tiempo para pensar y no sería él quien lo interrumpiera, aún más lo que había dicho Janet sobre él.
Lo ponía entre la espada y la pared.

—Ahora que lo mencionas tampoco me contesta las llamadas, ni lo he visto por el café —Buster se cruzo de brazos y miro al techo pensativo —Pero hay una cosa que le apasiona más que venir a entrenar —nuevamente volvió a enfocar su mirada verde hacia la contraria y le brindó una pequeña sonrisa.

<Actuar> pensó enseguida el emo y se prendió un foco en su cabeza.

—Gracias, Buster —mencionó con sinceridad y dio vuelta a la salida decidió a ir a aquel lugar cuando recordó que no sabía muy bien cómo llegar, lo cual le llevó a regresar de nuevo con aquel otro chico, nuevamente se sentía avergonzado y ni si quiera lo miró, debajo de la bufanda un pequeño rubor adornaba sus pálidas mejillas —¿tienes la dirección? —susurró.

Buster echo una carcajada y asintió a la interrogante, le dijo que lo mejor sería compartir números pues aunque Edgar no lo dijera era fácil deducir que el contacto social de no era de sus favoritos, y una vez con su número le pasó la dirección y todo lo que necesitaba saber para llegar y preguntar por el pelimorado.

Eran al rededor de las 12:00 pm, a Edgar le restaban dos clases más pero era viernes y no quería seguir "perdiendo" el tiempo, según las indicaciones del rubio Fang iba a castings de 2pm a 5pm, añadiendo que ahora tenía aquel papel importante lo que le tomaba más horas. Y al menos de la escuela a aquellas instalaciones era un viaje que duraba hora y media, el pelinegro aún debía ir a su casa a dejar sus cosas, pero eso le llevaría media hora por lo que sus cálculos no le daban para llegar puntual antes de su entrada.

Así que no le quedó de otra más que tomar el camión directamente desde la parada afuera de la escuela, salió con prisa con su mochila puesta y ajustada la bufanda al rededor de su cuello y tomó el primer autobús que encontró.

El tiempo transcurrió y al llegar a su destino, un lugar un tanto nuevo para el que pocas veces salía de su zona de confort, notó instantáneamente que ahí se encontraba aparcada la moto de Fang y no podría confundirse con otra pues esa tenía pegada una calcomanía de la banda favorita ambos,  Edgar se la regaló al tercer día de saber que tenía una moto.

Nadie como tú. [FangxEdgar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora