CMERENDUR

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Hasta la última mañana de ti.
Me despertaba con el sol a la cara y el reloj marcando las nueve y dieciséis de la mañana.
Hacía frío y el viento de la ventana abierta me entretejía la piel de los brazos, y con un bostezo terminaba mi sueño del miércoles.

La señora del desayuno me pintaba una carita feliz en el pancake, demasiado dulce como para no ponerle azúcar al café.
El sonido de la soledad me acompañaba en la mesa de madera, de muy buena calidad.

Se siente extraño, pero me libera el sol frío un día tras otro. Me siento libre, pero la seda del pijama es más acogedora a las once de la noche, que en las mañanas.

Tres veces me vino tu nombre a la cabeza y la ciencia no me explica lo que necesito saber, para dejar tu nombre aquí, sobre la mesa, o dentro del tarro de azúcar para siempre.

Me persigues, y en el viento frío te siento cada día más presente que otros días de la costa. Y al salir, en el camino de la laguna transparente, me pides la mano para caminar.

Fue un reflejo. Solo un reflejo, porque la guardiana que vi no eras tú. Era mi imaginación dándote vida nuevamente. Trayendo de nuevo tu vida a mi realidad y un poco de calor en el cielo de la colina de las flores.

Tres horas más y dormiré.
Tres horas más y me iré del mundo real, al blanco fuego de tu cuerpo en mis más reales imaginaciones contigo.

- Christian Daniel



Escritos de un poetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora