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Intento ignorar las diversas voces y también a las personas que me miran de reojo, aún sin creer que la única hija de los Brain regresará después de aquello.

—Jaidan, deja tu fantasiosa cabeza y únete al mundo real.—Mi expresión sigue intacta al escuchar el avergonzado comentario de mi madre.—Todos creerán que quedaste con un trauma o algo raro en la cabeza.—Incluye con desinterés hacia mi.

Trauma o algo raro, después de presenciar aquello eso es insignificante a lo que quedó en mi cabeza.

—Ida, escuché que entre los postres de esta noche esta tu favorito.—La desgastada pero suave voz de papá interrumpe el tenso ambiente y siento un cálido toque en la parte descubierta de mi espalda.—Te buscaré después asegúrate de guardarme un poco.—Su aliento acaricia mi mejilla, usa un relajado y burlón tono antes de darme un empujón.

Doy algunos pasos pero soy capturada por la delgada y pálida mano llena de joyas.

—Quítate esos horribles anteojos arruinan todo tu vestuario.—Ordena, pero esta vez la detengo.

—Yo no opine por tu exceso de maquillaje, madre.—Digo entre dientes con voz seria y filosa.

Ella no cambia su seria expresión, aprieta unos segundos mi brazo antes de soltarlo con discreción y mirando a los lados.

Comienzo a caminar con lentitud, veo sobre mi hombro encontrando a mi padre inclinado con una expresión molesta y mi madre ante lo que le parece decir.

Inhalo con suavidad antes de girar mi cabeza, paso entre los invitados, las largas mesas decoradas de forma glamorosa y con aperitivos en ellas, pero no tenía apetito.

Subo los escalones en búsqueda de los baños, mi intención real es alejarme del ruido y las indiscretas miradas de la gente, sé que la familia Brain es el espectáculo esta noche, la familia maldita, como escuché llamarnos una amiga cercana de mi madre.

Sostengo la larga falda roja de mi vestido hasta llegar al segundo piso, me guío por los pequeños letreros hasta el más alejado baño, llego a un silencioso pasillo, suspiro recargando mi desnuda espalda en la pared y miro el cielo decorado con un papel de diseño de un cielo con ángeles.

—Por favor, dame un par de días má...—Giro mi cabeza al inicio del pasillo donde se escuchó aquel suplicante eco.

—¿Tengo cara de banco?—Ladeo la cabeza al escuchar aquella hostil y ronca voz masculina.

—Aún tengo las escrituras de mi casa y autos.—Sigue rogando.

Frunzo levemente mi ceño al escuchar los pasos más cerca y pesados, duro algunos segundos en reaccionar, busco la manija más cercana y abro con cuidado para hacer el mínimo de ruido, solo me ocultaría hasta que se vayan, al entrar a la oscura habitación le pongo seguro a la puerta.

Papá me había advertido sobre cómo está la situación en la ciudad, y que no dudará en esconderme.

Pego mi oído en la pared e intento poner atención a los ruidos del exterior, se escuchan pasos, súplicas y aquella siniestra voz masculina, me quedo unos segundos más esperando escuchar que pasen de largo.

Hoy asistiría gente con gran poder e influencia.

Mi cuerpo se sobresalta al ver como intentan girar la manija, maldiciones que escuchan al otro lado y aquella voz hostil hace presencia en el lugar ordenando que abran la puerta. Resoplo apenas audible para mí antes de girar y comenzar a buscar otro escondite, no hay más puertas, pero sí un balcón, tomo la cola de mi vestido y camino lo más rápido hacia ese lugar, cerrado, maldito en mi interior y la desesperación comienza a hacer presencia en mi.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora