Parte 2 ✧.*

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Fourth sentía su estómago revuelto aun cuando todavía no había siquiera bebido un sorbo de su cerveza, pues el mero hecho de saber que acababa de perder casi todo lo que llevaba de dinero por sus malas decisiones le sentaba fatal. 

O quizá era el ambiente de aquel lugar el que le hacía sentir enfermo. El mismo aire se sentía pesado, difícil de respirar. Observaba en silencio su cerveza, ya sin el real deseo de beberla, frustrado y cansado de todo.

—¿No te la vas a beber?— preguntaba a su lado aquel pelinegro.

—S-sí, sí...— desganado hizo el amago de beberla, oyendo a su lado la risita de Norawit.

—Dame una igual a esa— ordenó Gemini divertido, dirigiéndose al barman, cuya extrañada mirada fue sumada a la pregunta de si estaba realmente seguro de pedir aquello, sabiendo que Gemini no bebía nada más que el vodka cuyo precio allí podría sustentar un hogar completo.

—Vaya mierda— murmuró el pelinegro apenas posó sus labios en la bebida, su rostro asqueado divisó a Fourth entonces, que a su lado seguía sin querer tomar la cerveza, —dame eso— gruñó ofuscado, devolviendo ambas bebidas al barman, —no vamos a pagar por esta basura—

De par en par se abrieron los ojos del mas bajo al oír la soltura con que aseveraba aquello, más aún al ver asentir a quien les había servido las cervezas, botando ambas de inmediato sin chistar.

«Al menos no perderé ese dinero»

El alivio en sí mismo le hizo sonreír, silenciosamente agradecido con cada ayuda provista por el ruso desde el primer momento. Olvidando entonces cada mala decisión tomada aquella noche, y dispuesto a ir a por una más.

—Yo sólo quería beber, bailar, divertirme...— bufó cual niño pequeño ante Gemini, —no estaba en mis planes venir a un funeral— soltaba rezongando en un susurro, apuntando a su alrededor para que sólo el pelinegro entendiera su punto, cual secreto entre ambos.

Una audible risotada salió de entre los labios de Gemini, aquel revoltoso e indisciplinado joven realmente comenzaba a agradarle.

—Vamos entonces, sé donde llevarte — alargó su brazo en dirección a la puerta, totalmente dispuesto a ir tras Fourth.

A paso lento y temeroso, Fourth avanzó saliendo de allí, sintiendo prontamente el alivio de estar lejos de aquel tenso ambiente. Un nervioso suspiro fue soltado entonces, pues aún seguía junto al aterrador hombre que parecía controlar todo a su paso.

Pese a que le estaba tratando bien, algo en él seguía sintiéndose extraño y oscuro.

—Por aquí— le guió Gemini, apuntando a un vehículo aparcado justo frente al local. Un deportivo negro de polarizadas ventanas les esperaba con la puerta trasera ya abierta.

El cálido interior era demasiado cómodo, permitiéndole cerrar sus ojos por escasos segundos. Apenas los abrió pudo sentir la tensa y extrañada mirada del chofer, que examinaba detalladamente su imagen.

¿Sería acaso que le molestaba ver a dos hombres juntos a esas altas horas de la noche? ¿O tal vez sería su curioso y marcado estilo de vestir lo que le generaba desconfianza?

«De cualquier manera no es asunto suyo» pensó irritado Fourth, desviando su mirada a la ventana.

Sin ruido alguno el vehículo se dirigió hasta la extensa calle donde Fourth ya había estado caminando rato atrás, justamente donde su ingreso había sido impedido en cada bar al que intentaba entrar. Un temeroso quejido fue soltado por él.

—No creo que sea buena idea ir a alguno de esos lugares— murmuró desganado apuntando a los iluminados carteles que irónicamente invitaban a la gente a acercarse, —ellos no me quieren allí—

La tristeza brillaba en sus ojitos, sin saber los estragos que causaba en Gemini.

—¿Intentaste entrar a esos sitios?— cuestionó divertido el pelinegro, riendo casi tiernamente ante el asentimiento del menor, —Y adivino que no te permitieron ingresar, ¿No es así?— un nuevo asentimiento era la respuesta del de castaño. Sonriendo, Gemini negó.

—Estos son clubes privados, el sector turístico está del otro lado de la ciudad— informó con calma, viendo el ceño de Fourth frunciéndose, probablemente juntando las ideas para comprender a qué se refería con eso, sobretodo ahora que el deportivo negro se detenía justo frente al más grande de los bares, haciendo su preocupación crecer todavía más.

Con sus ojitos abiertos de par en par el menor negó inquieto, —P-pero...yo no p- —

—Yo me encargo—

Allí estaba de nuevo. Aquel enorme hombre que parecía tener siempre todo bajo control, haciendo posible todo lo irrealizable. No existía una sola negación en su camino. Arrugando su entrecejo, Fourth bufó cruzando sus brazos molesto ante esta idea.

—Bajemos...— pronunció con suavidad Gemini, que atónito observaba a Fourth ahora rebuscar algo en su billetera.

—¿Cuánto sería por el recorrido?— educadamente preguntaba el menor, recibiendo las confundidas miradas del pelinegro y del chofer.

Lentamente Gemini acercó sus labios al oído de Fourth, susurrando en éste —Esto no es un taxi—

Aquel susurro heló por completo su sangre, deteniendo sus funciones vitales por un segundo. Bajando su mirada asintió en silencio, moviéndose de allí.

Nada parecía tener sentido, menos aún cuando, al salir del vehículo totalmente avergonzado, pudo notar la decena de automóviles de color negro que venían detrás de ellos, escoltando su viaje y asegurando el bienestar de ellos dos.

Al menos no era allí el único confundido, pues ni el conductor del vehículo ni el resto de los de seguridad comprendían qué hacía aquel joven acompañando a su jefe, a quien jamás se le había visto al lado de alguien, y mucho menos actuando tan cómodo...

Claws of a tigerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora