Parte 17 ✧.*

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Tan sólo un par de días habían transcurrido, llegando prontamente a manos de Fourth la noticia que tanto esperaba: Podría hacer uso de aquella galería de arte en su pueblo natal para exponer las pinturas hechas por Gim, su madre.

La puerta de la suite hacía resonar los golpecitos que Gemini realizaba con sus nudillos, avisando de su llegada, y con prisa, Fourth la abrió, permitiéndole ingresar.

—¡Gem! ¡Ya puedo usar la galería!— contaba el menor con total entusiasmo.

Saltando de alegría compartía con el pelinegro su buena noticia como si no hubiese sido el mismo Gemini quien había sacado de su propio bolsillo el dinero para aquello, todo por ver justamente esa sonrisa tan brillante y natural de Fourth, que llenaba su pecho de emoción.

—Me alegra muchísimo saberlo, ¿Era eso lo que querías, verdad?—

El asentimiento del bajito seguía cargado de esa risita tan dulce que Gemini amaba.

—Y ya puedo volver a mi casa, ¡Todo gracias a ti!—

Un balde de agua fría fueron para el mayor aquellas palabras, haciéndose recién consciente de que haber solucionado el problema del menor significaba dejarle ir ahora. Un creciente dolor se alojó en su pecho, obligándose a formar una sonrisa, más parecido a una mueca.

Comprendía que ya era momento de dar por finalizada la farsa que les mantenía juntos, pese a que disfrutaban de la compañía del otro sin necesidad de ese falso compromiso.

—Supongo que...se cancela la boda ¿No?— bromeó Gemini, pese a que su voz resonaba cargada de pesar por la sola idea de no ver más a su chico.

Tras reír por las palabras de Gemini, un puchero se formó en los labios de Fourth, —Pobre señor Phuwin, va a quedar triste de verte ser un solterón otra vez— le picó con confianza, logrando que esta vez la risita del pelinegro fuese real. Soltando un suspiro, observó detalladamente las facciones del castaño, encontrando la perfección en cada milímetro de su rostro, cuidadosamente tallado para su deleite visual.

Su blanca mano se elevó casi sin pensarlo, dejando una sedosa caricia en la mejilla de Fourth, quien cerró sus ojitos ante tan dulce tacto, y sonrió anhelante, dejándose hacer por Gemini, confiando plenamente en él.

Ambos estaban al tanto de la despedida que se aproximaba inevitablemente. A Gemini le dolía la idea de dejarle ir, pero no iba a coartar la libertad del menor, su mayor deseo era verle bien, verle feliz.

Por su mente pasaron los recuerdos de aquella herida que surcaba la espalda de Fourth, sabiendo la historia detrás de ésta. No quería repetir los sucesos, no quería dañarle como Sky había hecho por miedo al abandono, por miedo a perderle.

Gemini no quería que su egoísmo fuese motivo de daño para quien había jurado cuidar con solemnidad. Y seguiría fiel a su propia promesa, pese a que muy en su interior, deseaba permanecer junto a Fourth incluso sin la farsa de la boda.

Anhelaba poder seguir viendo a quien era su luz en cada día, a quien con sus ocurrencias iluminaba cada espacio, a quien había ocupado cada parte de su alma, adueñándose incluso de sus pensamientos más íntimos y remotos.

Pero no era esto lo que quería para su chico. Una vida rodeada de peligros y limitaciones por seguridad. Una vida donde aquella alma libre no podría brillar en su totalidad, rodeada de la envidia y soberbia que tanto caracterizaba el ambiente de la mafia.

—Yo pagaré tu pasaje de vuelta ¿Sí?— prometió con calma Gemini, sin dejar de mimar la mejilla del bajito, pudiendo recién notar en aquellos ojitos marrones un tinte de melancolía ante la inminente separación.

Sin esperarlo, Fourth saltó a sus brazos, aferrándose completamente a él y enterrando su rostro en el blanco cuello de Gemini, buscando allí algo de refugio, —Te voy a extrañar, rusito— confesó sin vergüenza alguna, sincerándose completamente, y endulzando con ésto el pecho del pelinegro, llenándole de suaves sensaciones y eternos sentimientos recién emergentes, burbujeando con calidez sólo para quien hacía latir ese dañado corazón.

—Aún puedo ir a verte donde sea que vayas— la sólida voz de Gemini hizo abrir de par en par los ojos de Fourth, soltando la más dulce de las risitas,

—¿De verdad harías eso?—

—Claro, s-si tú quieres...yo no tendría problema—

Un nuevo brillito de ilusión fue trazado en su mirada, imaginando todo lo que podrían hacer estando allá.

—¡Puedo presentarte a mi mamá, y vas a conocer a Sky! —

—Eso suena perfecto— susurró encantado Gemini, cargado de nueva calma y felicidad.

Era una promesa mutua, un acuerdo, un silencioso ruego por no soltarse del otro, por no perderse.

—¿Gem?— murmuró aún apegado a su cuello,

—¿mhmm...?— las manos del mas alto acariciaban con delicadeza la espalda de Fourth, una sonrisa surcó sus labios, saboreando el sonido de tan cariñoso mote que el menor tenía para él.

—¿No podrías quedarte esta noche aquí?— preguntaba cual niño pequeño, —es que...hace un poco de frío aquí por las noches, y me podría enfermar si duermo solito— aseveró fingiendo estar preocupado, aún sabiendo que Gemini podía ver la calefacción de la habitación.

Negando divertido rió el pelinegro, totalmente convencido de que jamás se podría aburrir de aquel a quien pertenecía todo su corazón...

—Claro que sí... me quedaré aquí contigo—

Claws of a tigerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora