Capítulo 4

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Cuatro horas después me desperté encima del edredón, con el teléfono en la mano. En algún momento me había sacado el zapato derecho con el pie, y quedó colgando sobre el borde de la cama. Miré el reloj y gruñí. No tenía tiempo para mi acostumbrado paseo al río, ni siquiera para correr un poco.


Abrevié mi ritual matutino, me duché y luego bebí una taza de té que me quemó la lengua mientras me secaba el pelo. Mi cabello pajizo era indomable, a pesar de cepillarlo vigorosamente. Como a la mayoría de los brujos, me resultaba difícil conseguir que los  mechones permanecieran en su sitio. Yoo siempre le echaba la culpa a la acumulación de magia y me aseguraba que el uso regular de mi poder impediría que la electricidad estática se concentrara, lo que haría que mi pelo fuera más dócil.


Después de cepillarme los dientes, me puse unos pantalones, una playera blanca limpia y una chaqueta negra. Era sólo una rutina, y aquélla era mi ropa habitual, pero nada de eso me resultaba cómodo ese día. Mis ropas parecían apretarme y me sentía oprimido con ellas puestas. Tiré de la chaqueta para ver si conseguía que me sentara mejor, pero era demasiado esperar de una ropa de escasa calidad.


Cuando me miré en el espejo, la cara de mi madre me devolvió la mirada. Ya no podía recordar cuándo se había producido ese parecido tan intenso. ¿En algún momento en la universidad, quizás? Nadie había hecho ningún comentario sobre el asunto hasta que volví a casa durante las vacaciones de Acción de Gracias en mi primer año de estudiante universitario. Desde entonces, aquello era lo primero que oía a todos los que habían conocido a Kim Yoonah.


Ese día, aquella ojeada en el espejo también reveló que mi piel estaba opaca y pálida por la falta de sueño. Por eso, mis pecas, que había heredado de mi padre, se destacaban en aparente alarma y los círculos azul oscuro debajo de mis ojos los hacían parecer más claros que de costumbre. La fatiga también contribuía a alargar mi nariz y hacer que mi barbilla fuera más pronunciada. Pensé en el inmaculado profesor Jeon y me pregunté qué aspecto tendría él a primera hora de la mañana. Probablemente tan inmaculado como la noche anterior, pensé... Era un monstruo. Hice una mueca ante mi imagen reflejada en el espejo.


Al llegar a la puerta para salir, me detuve y observé las habitaciones. Algo me rondaba en la cabeza..., una cita olvidada, un plazo no cumplido. Había algo que me faltaba y que era importante. La sensación de malestar me contrajo el estómago, lo apretó y luego desapareció. Después de echar una ojeada a mi agenda y a la montaña de correspondencia depositada sobre mi escritorio, atribuí la molestia al hambre y bajé. 

Las amables señoras de la cocina me ofrecieron tostadas cuando pasé. Me recordaban de cuando yo era un estudiante de posgrado y todavía seguían tratando de hacerme comer natillas y pastel de manzana a la fuerza cuando me veían estresado. Masticar la tostada y deslizarme sobre los adoquines de New College Lane fueron elementos suficientes para convencerme de que lo de la noche anterior había sido un sueño. Oxford es extraordinariamente normal por la mañana, con las camionetas de reparto aparcadas junto a las cocinas de los colleges, los aromas de café recalentado y el pavimento húmedo, y los incipientes rayos de sol atravesando oblicuamente la neblina. No parecía precisamente un lugar apto para dar refugio a vampiros.


El encargado de la Bodleiana, ataviado con su chaqueta azul habitual, cumplió con su rutina acostumbrada al examinar mi carné de lector como si nunca me hubiera visto antes y sospechara que yo pudiera ser el jefe de los ladrones de libros. Finalmente, con un gesto, me dejó entrar. Dejé mi maletin en las taquillas junto a la puerta, después de sacar la cartera, el ordenador y mis notas. Luego me dirigí hacia las escaleras de caracol, rumbo al tercer piso.

El descubrimiento de Kim Taehyung - KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora