Capítulo 10

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Todavía tratando de eliminar de mis hombros el hielo dejado por la mirada de Jungkook, abrí la puerta de mis habitaciones. Dentro, el contestador automático me dio la bienvenida con un número trece que titilaba. Había otros nueve mensajes en el buzón de voz de mi celular. Todos eran de Yoo y reflejaban una creciente preocupación por lo que su sexto sentido le decía que estaba ocurriendo en Oxford.

Incapaz de enfrentarme a mis excesivamente videntes tíos, bajé el volumen del contestador automático, desconecté el sonido de ambos teléfonos y me metí en la cama, agotado.

A la mañana siguiente, cuando pasé por delante de la portería para ir a correr, Fred me mostró, agitándolo en el aire, un montón de papelitos con mensajes.

—¡Los recogeré después! —grité, y él alzó el pulgar a modo de respuesta.

Mis pies golpearon la tierra de los conocidos senderos a través de los campos y pantanos del norte de la ciudad. El ejercicio me ayudaba a mantener alejados tanto mi sensación de culpa por no llamar a mis tíos como el recuerdo del frío rostro de Jungkook.

De regreso a la residencia, recogí los mensajes y los tiré a la basura. Luego postergué la inevitable llamada a casa con los rituales del fin de semana: hervir un huevo, preparar el té, recoger la ropa lavada, ordenar los papeles que cubrían cualquier superficie libre. Una vez transcurrida la mayor parte de la mañana, me quedé sin nada que hacer excepto llamar a Daegu. Todavía era temprano allí, por lo que no había ninguna posibilidad de que estuvieran en la cama.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo, Taehyung? —exclamó Yoo en lugar del
«hola» habitual.

—Buenos días, Yoo. —Me arrellané en el sillón junto a la apagada chimenea y crucé mis pies sobre una estantería cercana. Aquello iba a durar un buen rato.

—Nada de buenos días —replicó Yoo ásperamente—. Hemos estado muy preocupados. ¿Qué está ocurriendo?

Wook cogió el supletorio.

—Hola, Dong —saludé y volví a cruzar las piernas. Esto iba a ser mucho más largo de lo que pensaba.

—¿Ese vampiro te está molestando? —preguntó Dongwook con preocupación.

—No exactamente.

—Sabemos que has estado con vampiros y daimones —intervino impaciente mi tío—. ¿Te has vuelto loco o te ocurre algo muy grave?

—No me he vuelto loco y no me ocurre nada grave. —Esto último era mentira, pero crucé los dedos, deseando convencerlos.

—¿Crees realmente que vas a engañarnos? ¡No puedes mentirle a un brujo igual que tú! — exclamó Yoo—. Cuéntanoslo todo, Taehyung.

Hasta ahí llegaron mis planes.

—Déjalo hablar, Yoo —pidió Dongwook—. Confiamos en que Taehyung tomara las decisiones correctas, ¿recuerdas?

El silencio que siguió me hizo pensar que habían discutido bastante aquel tema. Yoo respiró hondo, pero Dong lo interrumpió.

—¿Dónde estuviste anoche?

—Yoga. —No había ninguna manera de eludir el interrogatorio, pero me beneficiaba responder de forma breve y precisa.

—¿Yoga? —preguntó Yoo, incrédulo—. ¿Por qué estás haciendo yoga con esas criaturas? Tú sabes que es peligroso relacionarse con daimones y vampiros.

—¡La profesora era una bruja! —reaccioné indignado, mientras recordaba la cara serena y encantadora de Amber ante mí.

—¿Esa clase de yoga fue idea de él? —quiso saber Dong.

El descubrimiento de Kim Taehyung - KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora