Capítulo 18

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Ysabeau estaba en la entrada de su enorme château, majestuosa y fría, y dirigió una mirada fulminante a su hijo vampiro mientras subíamos la escalinata de piedra.

Jungkook se agachó treinta centímetros para besarla silenciosamente en ambas mejillas.

-¿Entramos, o deseas continuar con los saludos aquí?

Su madre retrocedió un paso para dejarnos pasar. Sentí su mirada llena de furia y olí algo que me hizo recordar al refresco de zarzaparrilla y al caramelo. Avanzamos por un corto y oscuro pasillo, recubierto de un modo no muy acogedor con picas que apuntaban directamente a la cabeza de los visitantes, y luego entramos en una habitación de altos techos y frescos que habían sido pintados por algún imaginativo artista del siglo XIX para reflejar un pasado medieval que nunca existió. Pintados en una pared blanca, había leones, flores de lis, una serpiente con la cola en la boca y conchas. En un extremo, una serie de escalones circulares subía a una de las torres.

Una vez en el interior, me enfrenté a toda la fuerza de la mirada de Ysabeau. La madre de Jungkook personificaba la aterradora elegancia que parece metida hasta los huesos en las mujeres francesas. Al igual que su hijo -quien parecía, de manera desconcertante, ser un poco mayor que ella-, iba vestida con una paleta monocromática que minimizaba su extraña palidez. Los colores preferidos de Ysabeau oscilaban del tono crema al marrón suave. Cada centímetro de su atuendo era caro y sencillo, desde las puntas de sus zapatos de suave piel marrón clara hasta los topacios que colgaban de sus orejas. Rayos fríos de sorprendente color verde esmeralda rodeaban sus pupilas oscuras, y sus angulosos y altos pómulos impedían que sus facciones perfectas y su deslumbrante piel blanca cayeran en la simple hermosura. Su pelo tenía el color y la textura de la miel; era una cascada de seda dorada recogida en la nuca en un moño bajo y compacto.

-Podrías haber mostrado un poco de consideración, Jungkook. -Su acento suavizaba el nombre de él, haciéndolo parecer antiguo. Como todos los vampiros, ella tenía una voz seductora y melodiosa. En el caso de Ysabeau, su voz sonaba pura y profunda, como campanillas lejanas.

-¿Tienes miedo al qué dirán, maman? Creía que te enorgullecías de ser radical. -Jungkook se mostraba indulgente e impaciente a la vez. Arrojó las llaves sobre una mesa cercana. Se deslizaron hasta el otro lado sobre la superficie perfectamente brillante y toparon ruidosamente contra la base de un jarrón chino de porcelana.

-¡Nunca he sido radical! -Ysabeau estaba horrorizada-. El cambio está excesivamente sobrevalorado.

Se dio la vuelta y me examinó de pies a cabeza. Su perfectamente formada boca se puso tensa.

No le gustaba lo que estaba viendo... y no era para sorprenderse. Traté de verme a mí mismo a través de sus ojos: el pelo rubio pajizo que no era ni denso ni dócil, la lluvia de pecas de tanto estar al aire libre, la nariz demasiado larga en relación al resto de mi cara. Mis ojos eran lo mejor de mis facciones, pero no compensaban mi sentido de la moda. Al lado de su elegancia y del siempre impecable Jungkook, yo me sentía, y parecía, un torpe ratón provinciano. Estiré el dobladillo de la chaqueta con mi mano libre, contento al comprobar que no había señal alguna de magia en las puntas de los dedos, y esperaba que tampoco hubiera rastro alguno de ese fantasmal «brillo» que Jungkook había mencionado.

-Maman, éste es Kim Taehyung. Taehyung, mi madre, Ysabeau de Clermont. -Las sílabas rodaron sobre su lengua.

Las aletas de la nariz de Ysabeau se estremecieron delicadamente.

-No me gusta cómo huelen los brujos. -Su inglés era perfecto y sus centelleantes ojos estaban fijos en los míos-. Él es dulce y repulsivamente verde, como la primavera.

Jungkook lanzó una andanada de algo ininteligible que sonaba a una mezcla entre francés, español y latín. Mantuvo la voz baja, pero sin tratar de disimular la cólera en ella.

El descubrimiento de Kim Taehyung - KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora