Capítulo 27

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A la mañana siguiente se me ocurrió que mis días con Jungkook, hasta el momento, habían caído en una de estas dos categorías: o bien él dirigía el día, manteniéndome seguro y cerciorándose de que nada alterara sus cuidadosos arreglos, o el día se desarrollaba sin orden alguno. Hasta no hacía mucho tiempo, lo que ocurría en mi quehacer cotidiano había sido determinado por listas y planes cuidadosamente elaborados.

Ese día, yo me encargaría de todo. Ese día, Jungkook tendría que dejarme entrar en su vida de vampiro.

Desgraciadamente, mi decisión estaba destinada a arruinar lo que prometía ser un día estupendo.

Empezó al amanecer, con la proximidad física de Jungkook, que envió la misma oleada de deseo a través de mí que había sentido el día anterior en el patio de entrada. Era más eficaz que cualquier despertador. Su reacción fue también gratificantemente inmediata, y me besó con entusiasmo.

-Creía que nunca te despertarías -masculló entre los besos-. Temí que iba a tener que enviar a alguien al pueblo a buscar a la banda, y el único trompetista que sabía tocar diana se murió el año pasado.

Acostado a su lado, noté que no llevaba la ampulla de Betania.

—¿Dónde está tu amuleto de peregrino? —Era una oportunidad perfecta para que me hablara acerca de los caballeros de Lázaro, pero no la aprovechó.

—Ya no lo necesito —dijo, distrayéndome al enroscar un pequeño mechón de mi pelo alrededor de su dedo para luego echarlo a un lado y poder besarme la sensible y delicada piel de detrás de la oreja.

—Dímelo —insistí, retorciéndome para apartarme un poco.

—Después —dijo, y sus labios se movieron hacia abajo, hasta donde el cuello se encuentra con el hombro.

Mi cuerpo frustró cualquier intento adicional de una conversación sensata. Ambos actuábamos por instinto, tocando a través de las barreras de la delgada ropa y descubriendo los pequeños cambios —un escalofrío, la piel que se eriza, un gemido suave-—que prometían la llegada de un placer mayor. Cuando creció mi insistencia y traté de tocar la piel desnuda, Jungkook me detuvo.

—No te apresures. Tenemos tiempo.

—¡Vampiros! — fue todo lo que pude decir antes de que interrumpiera mis palabras con su boca.

Todavía estábamos detrás de las cortinas de la cama cuando Marthe entró en la habitación. Dejó la bandeja del desayuno sobre la mesa con un ruido indiscreto y echó leña al fuego con el entusiasmo de un escocés lanzando troncos. Jungkook echó una ojeada fuera, proclamó que era una mañana perfecta y declaró que yo estaba hambriento.

Marthe estalló en una serie de expresiones en occitano y se fue, tarareando una canción entre dientes. Él se negó a traducir aduciendo que la letra era demasiado obscena para mis delicados oídos.

Esa mañana, en lugar de observarme comer en silencio, Jungkook se quejó de que estaba aburrido. Lo hizo con una chispa pícara en los ojos mientras movía nerviosamente los dedos sobre los muslos.

—Iremos a cabalgar después del desayuno — le prometí, llevando el tenedor con huevos a mi boca y tomando un sorbo de té hirviendo—. Mi trabajo puede esperar hasta más tarde.

—Cabalgar no será suficiente —susurró Jungkook.

Besarlo sirvió para aplacar su aburrimiento. Cuando mis labios alcanzaron cierto grado de irritación y comprendí mejor la interconexión de mi propio sistema nervioso, Jungkook finalmente reconoció que ya era hora de ir a cabalgar.

Él bajó para cambiarse mientras yo me duchaba. Marthe subió para retirar la bandeja, y le conté mis planes mientras me secaba el cabello. Abrió los ojos desmesuradamente al oír la parte importante, pero aceptó enviarle un pequeño paquete de sándwiches y una botella de agua a Georges para que lo pusiera en la alforja de Rakasa.

El descubrimiento de Kim Taehyung - KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora