Capítulo 17

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Había un fuerte sabor a clavo en mi boca, y estaba envuelto como una momia en mi edredón. Cuando me moví dentro de mi envoltura, los viejos muelles de la cama chirriaron un poco.

—Tranquilo. —Los labios de Jungkook estaban en mi oreja, y su cuerpo formaba un caparazón contra mi espalda. Estábamos acostados como cucharas en un cajón, la una pegada a la otra.

—¿Qué hora es? —Mi voz era áspera. Jungkook se apartó un poco y miró su reloj.

—Es más de la una.

—¿Desde cuándo estoy durmiendo?

—Desde más o menos las seis de la tarde de ayer.

«Ayer».

En mi mente estallaron palabras e imágenes: el manuscrito de alquimia, la amenaza de Park Jinyoung, mis dedos que se ponían azules por la electricidad, la fotografía de mis padres, la mano de mi madre congelada en una búsqueda que nunca iba a llegar a buen puerto.

—Me diste alguna droga. —Aparté el edredón, tratando de dejar mis manos libres—. No me gusta tomar drogas, Jungkook.

—La próxima vez que entres en shock, te dejaré sufrir innecesariamente. —Le dio un solo tirón al edredón, que fue más eficaz que todos mis esfuerzos previos.

El tono afilado de Jungkook agitó fragmentos de mi memoria y nuevas imágenes salieron a la superficie. La cara contraída de Tiffany Young que me advertía acerca de guardar secretos, y el pedazo de papel que me ordenaba recordar. Durante algunos momentos tuve otra vez siete años y trataba de comprender cómo era posible que mis vitales y brillantes padres pudieran haber desaparecido de mi vida.

En mis habitaciones estiré la mano hacia Jungkook, mientras que en mi recuerdo la mano de mi madre se estiraba buscando a mi padre en medio de un círculo de tiza. La persistente desolación de mi infancia ante su muerte chocaba con una nueva empatía adulta ante el desesperado intento de mi madre por tocar a mi padre. De manera brusca, me aparté de los brazos de Jungkook, recogí las rodillas hasta mi pecho para formar un ovillo apretado y protector.

Jungkook quería ayudar —me daba cuenta de eso—, pero estaba poco seguro de mí, y la sombra de mis propias emociones caía sobre su rostro.

La voz de Park resonó otra vez en mi mente, llena de veneno: «Recuerda quién eres».

«¿Recuerdas?», decía la nota.

Sin advertencia alguna, me volví hacia el vampiro, acortando rápidamente la distancia entre los dos. Mis padres habían desaparecido, pero Jungkook estaba allí. Metí la cabeza bajo su barbilla, escuché durante varios minutos a la espera del siguiente bombeo de sangre en su sistema. Los pausados ritmos de su corazón de vampiro pronto me adormecieron.

Mi propio corazón latía con fuerza cuando me desperté otra vez en la oscuridad; eché hacia atrás con los pies el edredón suelto y me moví hasta quedar sentado. Detrás de mí, Jungkook encendió la lámpara, con la pantalla todavía inclinada para no iluminar la cama.

—¿Qué ocurre? —me preguntó.

—La magia me encontró. Los brujos y las brujas también me encontraron. Mi magia me va a matar, como mató a mis padres. —Las palabras salieron a borbotones de mi boca, aceleradas por el pánico, y salté para quedar de pie.

—No. —Jungkook se alzó y se plantó entre la puerta y yo—. Vamos a enfrentarnos a esto, Taehyung, sea lo que sea. De lo contrario, nunca dejarás de huir.

Una parte de mí sabía que él estaba en lo cierto. El resto quería huir hacia la oscuridad. Pero ¿cómo podía hacerlo con un vampiro en medio del camino?

El descubrimiento de Kim Taehyung - KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora