Capítulo 39

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A la mañana siguiente, estábamos a mitad de camino bajando las escaleras cuando nos detuvimos para descansar, pero yo estaba decidido a llegar a la cocina por mis propios medios. Para mi sorpresa, Jungkook no trató de disuadirme. Nos sentamos en los gastados escalones de madera en un amable silencio. Una luz clara, acuosa, se filtraba a través de los paneles de vidrio ondulado de la puerta principal, anunciando que tendríamos un día soleado. De la sala llegaba el ruido de las fichas del Scrabble.

—¿Cuándo se lo dirás? —No había mucho que anunciar aún, pues todavía estaba elaborando las líneas principales del plan.

—Después —dijo, inclinándose hacia mí. Me giré hacia él y nuestros hombros se tocaron.

—Ni siquiera varios litros de café impedirán que Yoo se ponga frenético cuando se entere. —Puse mi mano sobre la barandilla e hice fuerza para ponerme de pie con un suspiro—. Probemos otra vez con esto.

En la sala, Dong me trajo mi primera taza de té. Lo bebí en el sofá mientras Jungkook y Yeonjun salían a dar su paseo matutino con mi silenciosa bendición. Debían pasar juntos todo el tiempo que les fuera posible antes de que nos marcháramos.

Después de mi té, Yoo me hizo sus famosos huevos revueltos. Estaban rehogados con cebollas champiñones y queso, y cubiertos con una cucharada de salsa picante. Puso un plato humeante delante de mí.

—Gracias, Yoo. —Me lancé sobre él sin más ceremonias.

—No sólo Jungkook necesita comida y descanso. —Miró por la ventana hacia el huerto, donde los dos vampiros paseaban.

—Me siento mucho mejor hoy —dije mientras mordía una tostada.

—Por lo menos parece que has recuperado el apetito. —Ya había un hueco de gran tamaño en la montaña de huevos.

Cuando Jungkook y Yeonjun regresaron, yo estaba con mi segundo plato de huevos revueltos. Ambos venían con aspecto sombrío, pero Jungkook sacudió la cabeza ante mi expresión de curiosidad.

Aparentemente no habían estado hablando de nuestros planes de viajar en el tiempo. Era otra cosa la que los había puesto de mal humor. Jungkook acercó un taburete, abrió el periódico con un solo movimiento y se concentró en las noticias. Comí mis huevos y tostadas, hice más té y esperé el momento oportuno mientras Yoo fregaba y guardaba los platos.

Por fin, Jungkook dobló el periódico y lo dejó a un lado.

—Me gustaría ir al bosque. Al lugar donde murió Juliette —anuncié. Él se puso de pie.

—Traeré el Range Rover a la puerta.

—Eso es una locura, Jungkook. Es demasiado pronto. — Yeonjun se volvió hacia Yoo en busca de apoyo.

—Déjalos que vayan —dijo Yoo—. Pero Tae debe ponerse un abrigo antes. Hace frío fuera.

Dong apareció con una expresión de perplejidad en la cara.

—¿Estamos esperando visitas? La casa cree que sí.

—¡Estás bromeando! —exclamé—. La casa no ha añadido ninguna habitación desde la última reunión familiar. ¿Dónde está?

—Entre el baño y el desván. —Dong señaló el techo.

«Te dije que esto no les afectaba sólo a ti y a Jungkook —me dijo Dong en silencio cuando subimos para ver la transformación—. Mis premoniciones rara vez son equivocadas».

La recién materializada habitación tenía una cama antigua de bronce con enorme bolas pulidas coronando las esquinas, cortinas rojas de guinga que Dong insistió en sacar de inmediato, una alfombra de nudos de fuertes tonos granate y ciruela, y un maltrecho lavabo con una desportillada jofaina rosa y una jarra. Ninguno de nosotros reconoció aquellos objetos.

El descubrimiento de Kim Taehyung - KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora