Capítulo 3

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Afianzó la correa del bolso sobre su hombro, hallándose más nervioso de lo usual; lo cual asumía como algo totalmente normal cuando se atrevió a desaparecer de casa por una semana. Todo recaía en el gran alboroto que armaría su madre al verle, no obstante, lo único que ansiaba era una ducha caliente y el cobijo de su agradable habitación. Si bien su estadía fuera del hogar no hizo la diferencia, todo el tiempo en casa de su mejor amigo se sintió como un vagabundo. Sucio, holgazán y atrevido.

Centró la mirada en la puerta blanca frente a su nariz, contemplando el mármol que le volvía única entre las demás del vecindario, trazos cautivantes que en el pasado le fueron indiferentes. El ingreso fue silencioso, sus pasos casi clamosos. Observando de lado a lado, se aproximó a las escaleras, frenando en seco cuando su madre le intersectó en el último escalón.

Cualquiera que te viera entrar de esa forma pensaría que se trata de un ladrón. Su madre le estudiaba centímetro a centímetro, él lo presentía, le conocía a la perfección.

Hola, mamá.

¿Por qué actúas como si esta no fuera tu casa? ¿Acaso crees que le negaría la entrada a mi propio hijo?

Era el comienzo de uno de sus tantos discutir, pero algo no andaba bien, ella estaba intentando controlarse, pero ¿Por qué?

Jimin decidió continuar hasta ingresar a su habitación con su madre siguiéndole. En cuanto lanzó el bolso al suelo, ella se acercó, sacando y revisando todo lo que había dentro. A través del espejo de cuerpo completo, Jimin lo notó, ejerciendo todo su auto—control para no explotar.

Oye... No es necesario que ordenes mi ropa —Volteó, avergonzado de ver que su madre comenzaba a oler sus prendas—. Mamá, detente.

Lavaré tu ropa, de seguro sea donde sea que estabas no se lavó como corresponde.

No es necesario. Vamos, detente.

Arrodillándose para poder arrebatarle las prendas, comenzaron a forcejear, ella estaba fuera de sí, completamente efusiva por no poder tener el control sobre su hijo una vez más.

No está limpia, Jimin. Déjame ayudarte, yo haré las cosas por ti. Como antes, ¿Recuerdas?

Mamá, basta...

Y cuando esté lista la plancharé y doblaré por ti, no debes preocuparte.

¡He dicho que te detengas! —Vociferó.

Y aunque la calma le invadió, en similitud la culpa también lo hizo al notar como su madre había retrocedido despavorida.

¿Cuándo vas a entenderlo? —Jimin se alzó, derrotado, lanzando la ropa que había logrado obtener al suelo—. Mamá, ya no soy un niño. Puedo hacer las cosas por mí mismo.

¿Eso es lo que ellos te enseñan? ¿A despojarte de tus seres queridos?

¿De qué hablas? —Jimin le miró como si estuviese completamente loca.

De tus amigos. Desde que comenzaste a tenerlos has cambiado.

Ellos no tienen nada que ver. Lamentablemente crecí y me di cuenta que hay cosas que debo hacer solo. Eso es todo.

El silencio les embargó. Desde la ventana se podía distinguir como lentamente el cielo se teñía de gris, adaptándose a la ocasión desdeñada. Jimin se sentó en la orilla de la cama, contemplando el barro en sus zapatos.

Estoy cansado, mamá —Dijo simplemente—. Estoy harto de llegar a casa solo a discutir. Todo lo que siempre haces es regañarme, prohibirme cosas, pero nunca me has preguntado cómo me va en la universidad o qué tan bajas o altas son mis calificaciones.

HASTA QUE TE CONOCÍ ✿ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora