El departamento de Jeon Jeongguk era lujoso, amplio y de dos pisos. Jimin había estado allí antes, mas no había prestado la atención suficiente para curiosear alrededor. Y no es que se hubiese hallado en el momento correcto, de todos modos. Sostuvo la puerta de madera maciza para facilitar a Jeongguk el ingreso con Jack envuelto entre sus brazos y tragó, sorprendido. Era lo más sofisticado que sus ojos habían visto nunca.
Era un complejo de edificios enormes. Viviendas urbanas modernas que hasta hace algunos años habían sido reformadas. Un sitio solo para adinerados, Jimin supuso. Él jamás podría pagar la renta de un lugar como ese aunque juntara todo el dinero que recibía de su padre mensualmente por un año.
La adquisición más actual que el pueblo tenía. Muchos le llamaban la expiración de Twinpeaks. El señuelo perfecto para llamar la atención de más empresarios que deseaban convertirla en una ciudad apta para el comercio. Jimin no lo soportaría, estaba dispuesto a arrancarse los ojos antes de ver cómo destruían la naturaleza que les rodeaba y las posesiones históricas de sus antiguos antepasados.
Desde la puerta, tres escalones le separaban de la sala hundida rodeada de grandes ventanas panorámicas. Un enorme televisor de pantalla plana yacía sujetó en la parte superior de la pared que resguardaba una chimenea eléctrica. Sobre la mesa de centro había una consola de videojuegos; por el desorden, supuso que Jeongguk había estado jugando esa tarde.
Las paredes eran blancas y no había mucha decoración. Un estilo minimalista exquisito y refinado. Algo discreto y sólido como su personalidad. Cruzando la estancia, la cocina parecía brillar, limpia, reluciente. El ambiente se cernió sobre él y lo percibió sereno y cálido a pesar de lo espacioso que era. Como si la sola presencia de Jeongguk y Jack fuera suficiente para llenarlo.
Jimin dejó su mochila sobre el sillón negro y siguió a Jeongguk por el pasillo cuando le hizo un gesto con la cabeza. Ingresaron a una habitación, por los juguetes de hules masticados y regados en el suelo supo que era la propiedad de Jack. Incluso el perro parecía llevar mejor vida que varios. En el rincón se alzaba un corral con una cama esponjosa en el centro. Miró a Jeongguk con las cejas alzadas.
Jeongguk se arrodilló y acostó cuidadosamente a Jack, cubriéndole con las mantas. El perro parecía estar consciente, pero la mayor parte del tiempo se quedaba dormido, aún adormecido.
Investigué en internet —Se paró sobre sus pies y rascó su nuca, ligeramente avergonzado—. Recomendaban mantener a tu perro en un lugar cómodo. Él suele ser inquieto, así que instalé un corral para que no se moviera por la habitación.
Un corral no era necesario, Jimin supuso, pero había sido muy considerado de su parte. De pronto se imaginó a Jeongguk como futuro padre, demasiado quisquilloso e histérico por el cuidado de su propio bebé.
No te tomes esto tan duro —Jimin se encogió de hombros y se aproximó al mueble cercano, dejando la bolsa con los medicamentos que Rosé le había recetado—. Lo único que debes hacer es estar cerca. La faja post operatoria hará que no se lama la herida. En unas horas me encargaré de darle un antinflamatorio para que continúe durmiendo toda la noche.
Jeongguk permaneció mirándole mientras Jimin apilaba los medicamentos que se había excedido en comprar. Pero vamos, no podían culparle. Si algo le había enseñado la vida complicada que llevaba era a ser precavido. ¿Qué tal si Jack cogía fiebre? ¿Y si le daba vomito?
De pronto, el silencio se cernió sobre ellos y se sintió incómodo cuando Jimin volteó a verle de manera extraña. Como si esperase algo de su parte. Un acercamiento, quizás. Un beso, tal vez.
Recorrió la distancia que les mantenía alejado y tomó el rostro de Jimin entre sus manos, besándole lento y pausadamente, sin profundizar en absoluto. Pero el tacto no había sido el mismo, totalmente carente. Incluso frío y forzado. Como si lo hubiese hecho solo para dejar a Jimin conforme.
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HASTA QUE TE CONOCÍ ✿ KOOKMIN
Romance© HISTORIA ORIGINAL. PROHIBIDA SU COPIA Y ADAPTACIÓN. | Hasta que te conocí | Jamás lo comprendió. Tal vez nunca lo pensó. O varias veces renegó de aquel sentimiento anómalo que se aferró indomable en su mente, cuerpo y alma. Quién era aquel y por...