Capítulo 11

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El leguaje simbólico y abstracto que implicaban las matemáticas siempre fue difícil para él. En simples palabras, las odiaba. No las entendía y por más que lo intentara, su mente no era capaz de absorber todo lo que trataba por comprender. Su razonamiento no era demasiado activo, negándose a hacer uso de esa energía mental porque no podía.

Entre apuntes y borrones sobre la guía que le habían entregado al comienzo de la clase, bufó. A la mierda, no iba a aprobar. Nunca hubo caso, ni siquiera con los profesores particulares que papá pagó para ayudarle. Namjoon lo intentó un poco, parecía haber encontrado la manera de incentivarle a querer aprender de un modo más amplio y divertido. Eran ecuaciones sencillas en aquel tiempo, mínimas. La facultad era algo totalmente diferente, fuera de su alcance si nadie tenía la paciencia para enseñarle. Jimin solía ofuscarse demasiado rápido y todo lo que se podía vislumbrar a continuación eran las hojas arrugadas en frustración.

Sabía que necesitaba saber al respecto tanto como quería ejercer como un veterinario. El análisis y la gestión en el campo eran extremadamente primordiales y se odiaba a sí mismo cuando no pretendía hacer nada por remediarlo. Todo se basa en la responsabilidad y honestidad, le había dicho

una vez papá, mientras suturaba la pata de un cachorro accidentado.

Mordió la punta del lápiz con impaciencia, sobresaltándose cuando Hoseok llegó a su lado. De ojos risueños y sonrisa engatusadora, Jimin lo aborreció en ese momento. Lo había hecho sentir pésimo el otro día y se atrevía a actuar con normalidad a su alrededor. Jimin no lo permitiría. Tampoco olvidaría que como consecuencia lloró casi todo el maldito día en los brazos de su madre.

¿Necesitas ayuda, J?

Arrastró la mirada severa al reloj en lo alto de la pared, faltaban dos minutos para desalojar la sala. Recogió sus cosas sin decir palabra alguna. Hoseok sólo se dedicó a mirarlo con los labios en una tensa línea. Pasó entremedio de sus compañeros, sintiendo cómo le seguía.

No era la primera vez que Taehyung y él le amargaban el día tratándolo mal. Quizás era muy blanco, demasiado débil ante sus visiones expertas. Lo consideraban un miserable endeble que nunca podía hacer nada bien. Jimin jamás les había juzgado, nunca. No les refregaba en la cara sus fallas, mucho menos cuando estaba enojado. Sería incapaz de desquitarse con alguno de ellos. Pero sus amigos hacían todo lo contrario y detestaba cuando lo hacían sentir como una pequeña mierda insignificante. Daba igual, con amigos así para qué quería enemigos.

Dirigiéndose a la cafetería del exterior, donde se podía comer al aire libre, no comprendió por qué Hoseok continuaba siguiéndolo. Había pensado que su silencio descortés había dejado muy en claro que no quería verle. Como de costumbre, Amélie le esperaba con su cappuccino habitual sobre el mesón, regalándole un caramelo.

Buen día, Hoseok —Le saludó con su suave voz—. ¿Qué te vas a servir?

A Jimin no le importó escuchar. Lanzó un beso cargado de amor hacia Amélie y giró sobre sus talones para dirigirse a los estacionamientos donde sabía que él estaría. Fue cuando le divisó, vistiendo una chaqueta fila de azul marino, blanco y rojo. Llevaba el cabello azabache desordenado y luchó con el impulso de pasar los dedos por entremedio. Estaba recargado en su Ford lobo negra, charlando con sus amigos.

Se giraron hacia él cuando le divisaron a solo unos pasos. Envuelto en varios abrazos, Jimin sonrió. Se acercó a Jeongguk y se situó a su lado. Ya no había una tensión brava entre ellos y desde la noche anterior, parecían llevarse mucho mejor. Jeongguk le quitó el café de las manos y Jimin el cigarrillo de los labios, en un silencioso intercambio amistoso.

¿Cómo te fue ayer con tu madre?

Jeongguk preguntó. Dio un sorbo al cappuccino e hizo una mueca de desagrado. Tenía demasiada azúcar.

HASTA QUE TE CONOCÍ ✿ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora