Capítulo 15

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Guardó silencio cuando regresó a casa, caminando en mitad de una noche gélida y sombría. El pavimento estaba húmedo y las hojas secas se pegaban en las suelas desgastadas de sus zapatos. Inhaló profundo, queriendo ser parte de ella, expulsando el vaho tibio que abandonaba sus labios hinchados y rojizos como la punta de su pequeña nariz, como sus mejillas abultadas.

De mirada perdida, solo avanzó. Sin un rumbo fijo, con la sola necesidad de llegar. No había peligro, no le importaba. Nadie le haría daño, era demasiado insignificante para que alguien pudiese reparar en él. Estaba demasiado sucio para siquiera atraer. Demasiado podrido. Nadie le atraparía, porque tenía que llegar.

Los espasmos persistieron, exaltando su pecho contraído por el sollozo que abandonaba sus labios. No intentó limpiar las lágrimas que empañaban su vista, solo continuó porque necesitaba llegar. Él debía llegar. Porque entonces se derrumbaría allí mismo, en medio del frío descuidado. Y envejecería ahogado con su propia pesadumbre antes de tocar la luz con sus dedos frágiles y temblorosos.

Se abrazó a sí mismo, pero no supo cuál era la razón correcta. ¿Lo hacía para remplazar el sentimiento de soledad que taladraba justo ahí, donde su corazón palpita desbocado o porque tenía frío? No sabía. Estaba confundido, entumecido incluso ante sus propias necesidades emocionales.

El simple desasosiego. Ese lamento de desamparo siempre se activaba cuando sufría, cuando no podía gozar en un intento por ser feliz. ¿Lo sería alguna vez? ¿Vería el sol brillar alguna vez sin la necesidad de tener a alguien a su lado? Él quería poder hacerlo. No sabía cómo. Nadie le había ensañado a estar solo. Y si era sincero consigo mismo, no quería estarlo. Y es por eso que dolía tanto, porque no lo había escogido. No había esperado esto para él, pero ahí estaba, recibiéndolo como de costumbre, abriendo las puertas de su alma devastada al enemigo.

Mamá no estaba cuando la casa crujió ante su llegada. Ella le había prometido que estaría. Por qué mamá no estaba. Por qué no estaba para recibirle como prometió. Por qué nadie era sincero. Por qué al final de todo siempre le dejaban solo. Por qué.

Permaneció un poco más inmerso en la oscuridad, escuchando el murmullo de los grillos. El zumbido de la corriente. La gruesa densidad de la frescura que bañaba las calles. ¿Sería así siempre? ¿La melancolía siempre le daría la bienvenida? ¿Sería su fiel compañera incluso si le dañaba?

Su habitación había perdido color. Ya no le abrigaba y la sentía vacía, entristecida porque él también le había abandonado. Se preguntó en qué momento había pasado de estar días encerrado en ella para sustituirla por noches de fiestas. Los muebles tenían polvos y los cristales de la ventana estaban manchados. ¿Por qué la había descuidado tanto? ¿Desde cuándo su zona confortable había dejado de sentirse segura?

Se quitó los zapatos y la tersa alfombra acarició sus pies entumecidos, cansados. La luz del baño escoció sus ojos ofendidos y evitó mirar su reflejo cuando abrió la despensa. Todo lo que necesitaba estaba allí, en el frasco de Valium que le saludaba después de un largo tiempo.

Jeongguk se había hecho un favor a sí mismo al no escogerle, porque él era un desastre. Porque siempre lo arruinaba todo. Y estaba bien sentirse solo, lo merecía de todos modos. Estaba bien que la gente se alejara de él, era demasiado malo, como un sencillo virus de resfrío que si no lo cuidabas terminaba matándote. Jimin había sido un virus desde que nació, porque fue quien mató a su familia. La destruyó con su sola presencia al ser fruto de un desliz. De una infidelidad.

Vertió una pastilla sobre la palma oscilante de su mano, pero no bastaba, dos era mejor. O tal vez no, no era suficiente, así que tres estaría bien. Muy bien. Demasiado bien. Las tragó sin ninguna duda al respecto y suspiró aliviado cuando el agua facilitando su recorrido le refrescó la garganta entumecida.

Recargó la espalda sobre la pared y se arrastró hasta el suelo, mirando un punto fijo entre el lavamanos y el sanitario. Pronto todo acabaría, dejaría de pensar en Jeongguk y en cómo su preciosa piel se rozaba con ese toque ajeno. No pensaría en cómo se besaban, gemían al unísono por el placer reconfortante y caliente que se brindaban mutuamente justo en este momento. No rebobinaría una y otra vez la escena donde fue rechazado, donde debió lucir como una completa puta en celo. No más. Al menos por esa noche no tendría que sufrir más.

Lentamente sus parpados comenzaron a pesar y su respiración se volvió apacible. No tenía frío, no se sentía casado. Él solo... Solo quería dormir por un ratito. Solo un ratito. Chiquitito.

Cuando finalmente abrió los ojos, recordó que había tenido un sueño, donde había escapado y nadie lo había notado. Pero de pronto sopeso en cuál era la diferencia de la realidad que volvía a abofetearle el rostro.

Sintiéndose aún drogado, barrió la mirada sin moverse. Estaba tirado en el suelo del baño. Hacía mucho frío y le dolía la espalda. Pero no se movió, enfocando la atención en la luz del sol que ingresaba por el balcón de su habitación y la pequeña ventana del baño. Había pasado la noche ahí, tirado y dopado.

Como en los viejos tiempos —Susurró—. Como en los putos viejos tiempos.

Hizo su mejor esfuerzo para sofocar el dolor que pesaba en su pecho. Decepcionado porque pensó que al despertar todo sería diferente y volvería a ser el mismo descarriado de siempre. Al parecer la tristeza quiso quedarse.

Rio a carcajadas. Celebró como un desquiciado. La risa era fuerte, vigorosa, haciendo eco entre las baldosas, pero las lágrimas que empañaron sus ojos cansados fueron rabiosas, bañándole el rostro demacrado. Entonces lloró, lloró como nunca antes lo había hecho. Sacó de su interior el grito de suplicio que por muchos años le mantuvo ahogado. Pataleó y se quejó. Gimoteó como el malcriado que era hasta que su garganta dolió y su voz se volvió áspera.

Colocándose en posición fetal, se abrazó a sí mismo, consolándose por ser tan hiriente, tan malvado consigo mismo. Fue cuando susurró que todo estaría bien, porque se tenía a sí mismo. Él y él contra el mundo. Como siempre.

HASTA QUE TE CONOCÍ ✿ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora