Capítulo 7

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Jimin tembló y se encogió en su asiento. Las tinieblas que circundaban alrededor de las lejanías siempre fueron horribles de ver. Las sombras detrás de los árboles sólo podían dar al camino esa idea de ir directo hacia la muerte.

Miró el perfil de Jeongguk, lo bastante ambientado con el sitio para conducir a través sin mayor problema. No parecía afectado por la miseria que se plantaba frente a ellos y pensó acerca de nunca verle por esos lares. La única propiedad que daba un pensamiento momentáneo acerca de su persona era la droga que repartía.

Jimin se embelesó, mirándolo un poco más. Atraído por esa mandíbula definida, esa nariz prominente y sus labios delgados que se habían sentido tan dulces en su lengua. Fantaseó un poco acerca de mirar por debajo de esa camiseta negra, hacia los tatuajes de tinta negra que vestían su cuerpo y en cómo sus dedos hormiguearían ante el tacto.

Contó las argollas que perforaban su oreja. Y se sintió ligeramente amenazado por la imagen de ese león en la longitud de su cuello que le intimidaba con ojos grandes y dilatados a medida que rugía mostrando sus enormes colmillos afilados.

Jeongguk cambió la marcha del auto a segunda, conduciendo por el camino de tierra desigual lentamente. Fue entonces que le atrapó devorándole con un intenso escrutinio. Jimin no se sintió avergonzado en absoluto, pero el calor apretó sus entrañas cuando le vio sonreír ladinamente. Esa clase de sonrisa tan confiada. El maldito sabía lo jodidamente guapo que era.

En la guantera tengo unos pañuelos —Jeongguk dijo de pronto, sin apartar la mirada de la carretera.

Jimin frunció el ceño. Sin entender, se aproximó a sacar la caja, alzándola en modo de pregunta.

Para que te seques la baba que chorreas por mí.

Jimin chilló ofuscado, golpeándole juguetonamente. Pero no iba a negarlo, le había caído una clase de hechizo por ese chico malo. Reparó en el corte con sangre seca en su mejilla, se mordió ligeramente en labio inferior y le acarició suavemente.

Jeongguk torció el gesto, le dolía. Pero no haría nada que pudiera alejarle. Le gustaba que fuese de ese modo, atento y gentil.

El percance de hace unos minutos atrás seguía intacto en sus mentes. La forma tonta y salvaje en cómo se habían comportado. No estaban realmente fuera de sí para echarle la culpa al alcohol o a las drogas. Ellos fueron bruscos porque simplemente les costaba asimilar las emociones abrumadoras completamente nuevas.

De dos personas obstinadas nunca saldría nada bueno. Se deseaban tanto como se repudiaban. Las ordenes, las amenazas, el salir de su zona de confort era algo con lo que tendrían que lidiar constantemente si pretendían seguir con esa sed de pasión desenfrenada.

Jeongguk se sentía realmente posesivo alrededor de Jimin. Siempre fue de ese modo, porque le conocía incluso desde antes que Jimin pudiese reparar en él totalmente. Había algo en el pasado que le ataba a su presencia. Le vio crecer, convertirse en ese adolescente precioso que todo el mundo comenzaba a desear. No le gustaba el rumbo que Jimin tomaba, de todos modos. Él había hecho una promesa que se escapaba como el agua entre sus dedos, un juramento que se había hecho realmente difícil con el pasar de los años, sobre todo porque caía ciegamente en lo que tantas veces se forzó a no desear.

Verle esa noche del modo en que prácticamente Jimin le forzó a hacerlo, como si su objetivo fuese principalmente provocarle. ¿Qué quería? ¿Restregarle en la cara que nunca podría tenerlo? ¿Qué jamás sería capaz de tocar su cuerpo como las manos asquerosas de JB lo hacían? Jeongguk vio rojo cuando le observó besar a otro, frotándose, entregándose del modo que él ansiaba poseerlo también.

Él realmente deseó abarcar sus manos alrededor del cuello de Jimin y apretarlo. Fantaseó con castigarlo por hacer cosas que no debía, cosas sucias con personas que apenas y conocía. Maldito Park Jimin.

HASTA QUE TE CONOCÍ ✿ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora