XXII. Av. Alcorta

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- ¡Gustavo! ¡Me estás tomando el pelo, seguro! - comenzó Victoria animadamente.

- Claro que no estoy bromeando. Cuando dije que quiero vivir con vos, no fue a medias. Literalmente juntos, ¿entendés? - él agitaba un manojo de llaves nunca antes vistas.

- Yo... Yo ni siquiera sé qué decir. - Sus ojos marrones temblaban, su rostro cruzado por un torbellino de emociones.

- No digas nada, solo vení conmigo. - Gustavo la tomó de la mano.

Se dirigieron al antiguo auto del Sr. Cerati, que ahora era de Gustavo. En cada esquina que doblaban, se sentían abrumados por la emoción de empezar algo grandioso juntos. Más cerca y más cerca del lugar que sería testigo de una nueva etapa para sus sueños jóvenes. Victoria sentía la brisa fresca mover su cabello por la ventana del auto, intentando adivinar mentalmente frente a qué edificio estacionaría Gustavo. Contemplaba el pasado, cómo todo comenzó como un impulso de sus juventudes y ahora tomaba una forma madura, abierta a responsabilidades y desafíos. Vivir juntos hacía mucho más fácil estar presentes en la vida del otro; Gustavo se imaginaba regresando a casa después de una serie de recitales y recibiendo el mejor premio por su resistencia: la presencia de Victoria. Y ella lo recibiría con el mejor de sus abrazos, dormirían juntos después de noches mal dormidas y la distancia.

Después de una pequeña gira nacional, tenían dinero suficiente para comenzar sus planes. Victoria se volvía una pasante esencial en la agencia de publicidad, y Gustavo cada día era más reconocido por donde iba. Estaban tan cerca de 1985, el tiempo había pasado tan rápido y ya se hablaba de grabar un nuevo álbum. A veces era tan difícil no sentir la presión de los días pasando tan rápido, el tiempo fluía como un río.

Subiendo algunos tramos de escalera en el silencioso edificio, solo el sonido de sus voces y pasos resonaba en el espacio. Victoria sentía algo en su pecho explotar, algo completamente nuevo que solo ese momento era capaz de reproducir en su cuerpo; apretó fuerte la mano de Gustavo, mientras él giraba las llaves y el picaporte. Con un clic suave, el interior del apartamento se reveló y lo primero que vieron fue la gran mesa de comedor frente a la amplia ventana, las paredes recién pintadas reflejaban la luz anaranjada del atardecer. Antes de continuar, contemplaron la vista que tenían de la avenida, los grandes edificios que antes eran tan intimidantes ahora estaban a la misma altura que esa materialización de sus sueños.

 Antes de continuar, contemplaron la vista que tenían de la avenida, los grandes edificios que antes eran tan intimidantes ahora estaban a la misma altura que esa materialización de sus sueños

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Ningún esfuerzo era suficiente para contener las lágrimas que llenaban los ojos de Victoria en ese momento.

- ¿Hiciste todo esto vos solo? - Sus cejas temblaron con el peso de sus emociones.

- Me gustaría, pero tu primo me ayudó. - Gustavo rió, mirando hacia el suelo. - Y aún hay mucho más para que veas.

Por las paredes, Gustavo pensó en cada detalle para que cada rincón tuviera un poco de los dos. Algunos pósters de Led Zeppelin, The Police y The Cure estaban pegados, Victoria se sintió tan cercana a los recuerdos de dormir en la habitación de Gus, en la casa de sus suegros, que recordó la primera vez que se dio cuenta de que lo amaba. En un rincón especial de la sala, junto a una estantería de libros y discos de vinilo, estaba el póster de Serú Girán que Victoria extrañaba desde hacía algunos meses.

Envenenara Mi SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora